«Doce Hombres sin piedad», de Sidney Lumet (1957):
Una experiencia cinematográfica que salva todo un fin de semana; ya podría haberse cernido todo el gris sobre mí, que esta película me habría rescatado de las sombras. Y lo cierto es que me ha dado las alas que este fin de semana no pudieron nacer a causa del trabajo y el encierro. No hubo cerveza, ni risas, ni conversación. Hubo cine y letras, y aunque los ingredientes fueron buenos, y aunque sobrevivía con un aprobado raspado pero al menos sin suspender, esta película pone una guinda al fin de semana que lo convierte en notable y me lleva a la cama con una sonrisa de asombro y agradecimiento al séptimo arte.
“Doce hombres sin piedad”, está claro que el título es un gancho, pero es aún más evidente que no es cierto, no se trata de la lucha de once malos contra uno bueno, sino la de uno honrado contra el mundo; el mundo de los prejuicios, del miedo, del que dirán, de la necedad, de la vanidad, de la prepotencia. El protagonista, Henry Fonda (vean la película aunque sea para conocer su nombre “real” al final de la peli) no transforma al resto o los convence, sino que incendia el mundo a pequeña escala, a una de la que dependen muchas vidas, todas aquellas que penden del hilo sucio y mugriento de la pena de muerte. Y en ese incendio, esos once queman un sobrepeso que les impide preguntarse realmente por el valor de una vida humana. Tras la deliberación, sienten que el humo del incendio ya no pesa, y respiran mejor.
La película acaba y sí, quizá el acusado sea culpable, pero la duda razonable está instaurada sobre el poso de las conciencias, y éstas ya son incapaces de mandar a nadie a la silla eléctrica tras limpiar sus corazones de las manchas con las que cada día nos envenenamos.
Gracias cine.
No sé si leerás esto, Carlos… El hecho es que a mí me parece interesante la película, pero aún la encontraría más metafísico si en lugar de haber sido 11 votos culpable en principio hubiera sido 11 inocentes y al final se hubiera invertido la votación. Esa es la sensación que tuve al final de ver la película.
Me hubiera gustado ver la miseria humana profunda reflejada en esa falta de convencimiento, mientras que así tengo la sensación de que lo que veo es la miseria humana a un nivel más epidérmico… Como si la vida fuera un puzzle que se compusiera de momentos que encajaran: ir a un partido de baseball, la cena en casa que se enfría, la visita al médico… Parece que el ser humano no tuviera capacidad reflexiva una vez que se le saca una pieza y se desestabiliza el rompecabezas.
En fin, creo que denuncia quizás una mentalidad capitalista, pero no tanto la condición humana.
Siento la charla… 😉
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