En las culturas con censura, donde todo el mundo vive una doble vida –de mentiras y verdades−, la literatura se convierte en un modo de preservar la vida, ofreciendo a la gente un resto de verdad a que aferrarse. También es cierto, creo, que en una cultura como la mía, donde nada sufre censura, pero donde los medios multitudinarios nos someten a una invasión de inanes falsificaciones de los asuntos humanos, la literatura también es un modo de preservar la vida, y ello aunque la sociedad apenas la tenga en cuenta.