La escasa conversación muere definitivamente otro día más al llegar la cena. En el salón señorean los ruidos de los cubiertos, primero las cucharas de plata al sumergirse en los platos soperos, luego, los cuchillos de carne al rechinar contra el vidrio de los platos llanos. Las copas de vino rellenándose cada poco se suman al particular coro. Varios gestos de ansiedad antes del postre, seguidos de consultas compulsivas al iPhone de la mujer, coronan la escena hasta que ella no lo soporta más y explota:
‒Esta niña nos tiene en una incertidumbre agotadora, cada día llega más tarde y tú sigues actuando como un pasmarote. ¿A qué esperas para ejercer de padre, a que la secuestren y la violen, acaso no ves cómo está el mundo?
Él se termina su segunda copa de vino y se sirve una tercera.
‒No te preocupes tanto, cielo, Laura sabe lo que hace, es más lista que nosotros dos juntos.
‒En eso llevas razón, pero no se trata de inteligencia, sino de fuerza. No son horas para una chica de su edad, con su aspecto, una vez que cae la noche…
‒Apenas son las diez de la noche, cielo, y la biblioteca cierra a las ocho. Los exámenes que vienen son muy duros y solo quiere despejarse un poco antes de volver a casa.
‒Ya estás justificándola como siempre. ¡Eres imposible!
‒A mí en cambio me parece, cielo, que la imposible eres tú.
Ella se pone colorada, casi violeta, pero decide callarse al escuchar una llave que maniobra en la entrada principal. Para cuando su hija está frente a ellos ha recuperado el control y la compostura. Deja que sea el padre quien hable primero.
‒¿Por qué llegas a esta hora, Laura? Hace un rato que deberías haber vuelto, la cena se te enfrió y nos tenías muy preocupados.
‒Es verdad, papá, tienes toda la razón, pero al cerrar la biblioteca me fui a pensar por ahí.
La madre interviene mientras se lleva su copa de vino a los labios.
‒¿Y se puede saber, querida, qué has estado pensando por ahí?
‒Sí, madre, estuve pensando que deberíais divorciaros.
‒¡Cómo! ‒Exclaman al unísono el padre y la madre.
La madre ha escupido el vino. El padre está con la boca abierta.
‒Veréis, esta situación es insostenible, estoy harta de que finjáis que todo va bien. Sé que lo hacéis por mí y de veras que gracias… pero no puedo seguir viendo cómo cada día os hacéis daño. Tengo claro que el único motivo por el que no os divorciáis soy yo. Pero yo quiero que seáis felices, todavía sois jóvenes y los dos, en fin, llevo mucho tiempo dándole vueltas a esto, y los dos, cómo decirlo y perdonadme por decirlo… tenéis otras vidas. Vuestros teléfonos lo saben y no me lo neguéis, por favor. No os juzgo. No os culpo. Y espero que vosotros, si no lo sabíais el uno del otro, no os lo reprochéis.
Mujer y marido se miran estupefactos, incrédulos. Sin embargo, su hija no ha terminado de hablar.
‒Como ya os he dicho sé que buscáis mi bien y yo busco el vuestro, porque os quiero a los dos. Por eso, lo mejor sería que papá aceptase la oferta en la isla y no dejase pasar esa oportunidad. Yo me quedaría a vivir contigo, madre, para no tener que cambiar de instituto, pero iría a pasar los fines de semana con papá. Creo que la custodia compartida en esas condiciones sería lo más fácil para todos, pero si os parece injusto podemos darle una vuelta. Lo último que quisiera es que os comportarais como dos niños. Os ayudaré en todo lo que necesitéis y creo que ya es hora de que os deje solos. Debéis hablar.
Ellos se quedan asimilando lo que acaban de escuchar. Laura llega a su habitación, saca su móvil y comienza a escribir emocionada un whatshaap a su novio. Le dice que el plan ya está en marcha, que la parte más difícil está hecha, que pronto podrán verse todos los fines de semana. Al otro lado del teléfono su novio virtual le manda una carita sonriente con una mano, mientras con la otra le soba el culo a su novia de carne y hueso. Mientras, en el salón, la madre y el padre barruntan, todavía sin decirse una sola palabra, que su hija lleva toda la razón.
Publicado originalmente en dekrakensysirenas.com, @krakensysirenas
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