Soy un personaje

23.09.15

La palabra del Señor pesa menos de lo que pensaba. En la mochila también van Henry Miller y mi incombustible Enrique Vila-Matas. Me pregunto qué tal se llevará Dios, ahí dentro, con dos de sus criaturas más rebeldes. Me pregunto cómo me permite combinarle de tal manera sin abrir la tierra a mis pies y devorarme sin demora. Me pregunto tantas idioteces…

Hay anécdotas que se me transforman en gérmenes de relatos; otras, solo llegan a ocurrencias y mueren como tales; y la que aquí me trae, la que me saca de casa, me hace cargar la mochila de libros, y me lleva al Matadero de Madrid para ponerme a escribir estas líneas, es una de esas anécdotas de la que debo hablar de un modo u otro, para que no me reviente por dentro y lo ponga todo perdido de frustración. Porque vaya, para mis cosas, soy muy higiénico.

Ocurrió al salir de la Comisaría de Usera (no vayáis a pensaros que algo excitante, solo la renovación de mis documentos caducados –cualquier día me caduco yo sin darme cuenta). Regresaba a casa con la cabeza puesta en váyase a saber qué locura, cuando una señora me llamó, me dijo que se había fijado en que me gustaba la lectura (como acostumbro me acompañaba de un libro), y me soltó un papelito por si me interesaba echarle un vistazo. En los breves segundos de su discurso, reconozco que la prejuzgué, la juzgué, y la sentencié:

El papelito no puede ser sino de tinte religioso, ella es una beata convencida que busca hacer prosélitos en sus filas, y no digo que sea mala persona, ni mucho menos porque a tanto ni llego ni me atrevo, pero no puedo evitar que me genere desconfianza.

Acepté el papelito que efectivamente era de tinte religioso (muchas horas más tarde comprobé que de los testigos de Jehová). Nos miramos por un segundo, y ella tuvo la amabilidad de no añadir nada más. Nos dijimos adiós. El panfleto llevaba por título: “¿Dejaremos de sufrir algún día?”

Esta propaganda siempre me deja fascinado. Fascinado por su cutrez. Es impactante pensar que muchos mensajeros de Dios no sean capaces de ofrecer nada más que este tipo de panfletos de grafía horrible, dibujos de parvulario, y mensajes simplistas. Tal vez no se me crea por lo que suelo escribir, pero soy increíblemente respetuoso con las religiones, las he estudiado a fondo, y creo entender bastante bien su función histórica y hasta su legado, pero muchas veces es como si me pusieran a prueba, como si se empeñaran en que dude del paquete entero que ofrecen, y para muestra, solo hay que seguir leyendo.

Repito, “¿Dejaremos de sufrir algún día?”, es el título del panfleto, un díptico por las dos caras, que viene a ofrecer… ¿respuestas? Me contengo hasta llegar a casa, y aún en ella consigo calmar mi ansia de analizarlo por entero, hasta que horas más tarde he acabado en esta bancada de madera a la entrada del Matadero, desde donde escribo. El díptico es mucho de preguntas, y así lanza la siguiente: “¿Hay razones para creer lo que la Biblia dice?” Y contesta: “Sí, al menos dos: “Dios odia el sufrimiento y la injusticia”, y “A Dios le importa cada persona”, y estas aseveraciones son acompañadas de pasajes bíblicos… irrisorios. Pero claro, es mi opinión. Vayamos con algo que no lo es asistiendo a una pregunta aún más interesante: “¿Por qué permite Dios que suframos? Encontrará la respuesta bíblica en Romanos 5:12 y 2 Pedro 3:9”. Y por esto traje la Palabra del Señor conmigo. Busco y os copio:

“Pues bien, por un hombre penetró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así la muerte se extendió a toda la humanidad, ya que todos pecaron” Eso en Romanos.

“El Señor no se retrasa en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que se pierda nadie, sino que todos se arrepientan” Eso en Pedro.

Me hierve la sangre. ¿Así que el sufrimiento según este panfleto escrito por gente de supuesta buena fe, se debe al pecado original? ¿Así que Dios no convoca su apocalipsis porque está esperando a que todos nos arrepintamos? Vaya por dios, más bien es él el que debería arrepentirse, el que debería pedirnos perdón por lo que ha hecho y permitido de nosotros… y si existiera realmente creo que sería capaz de mirarle a la cara y espetarle que mejor estaría muerto, pues entonces no sería responsable de tanta atrocidad. Sé que la teología es capaz de mejores argumentaciones, pero sus raíces son tan caducas por muy bellas y líricas y profundas que puedan resultar en otras ocasiones…

El monoteísmo, los tres grandes monoteísmos que nos sacuden con sus Libros llenos de supuestas verdades inmutables, están tan arraigado a un terruño y a una época histórica puntual, que seguir creyendo en ellos es… Pero qué estoy haciendo, a quién le hablo, mis argumentos han sido ya expuestos de forma mucho más brillante millones de veces, y sin embargo, la necesidad de consuelo está ahí, y la fe sincera, la beatería, y el fanatismo, prenden tan bien en ese consuelo…

Levanto la cabeza y sonrío. Guardo la Biblia en mi mochila, abro a Henry Miller y luego haré lo propio con Vila-Matas. Al menos para mí, no hay posibilidad alguna de salvación eterna, y eso tal vez sea una gran noticia para todos.

Crónica de un accidente

11:50 de la mañana del 2 de septiembre. Termino de leer el Capítulo 18 de Los detectives salvajes de Bolaño, me levanto para ir a la ducha. Al separarme de la ventana del estudio donde vivo (llevo tan solo dos días en él y estoy encantado con el cambio), escucho un golpe tremendo.

−¡Vaya hostia, pero vaya hostia! –grita una transeúnte.

Acaba de producirse frente a mi ventana de la Avenida Córdoba un accidente de tráfico. Un autobús AISA acaba de chochar contra una furgoneta Volkswagen. El autobús tiene dañado el frontal, la furgoneta el capó reventado, el aceite por el suelo, los airbags fuera, las puertas dañadas. Su ocupante no puede salir. Una señal de Stop besa el suelo.

Los curiosos se arremolinan pero no hay un morbo excesivo sino más bien preocupación, y se agradece. Las llamadas pertinentes se hacen. Supongo que alguien hace fotos, supongo que alguien tuitea el acontecimiento, y lo supongo porque a mí me entra la tentación aunque finalmente decido que no es ético, que no debo hacerlo, y no lo hago.

A los pocos minutos aparecen; dos ambulancias del SAMUR, una furgoneta de la policía de Investigación de accidentes, un camión de bomberos y varios coches de la policía de Madrid.

El ocupante de la furgoneta sigue sin poder salir o no es conveniente que lo haga, y necesita del trabajo de los bomberos y de los sanitarios. Creo que está relativamente bien, si no, no tardarían tanto en sacarlo, al menos eso quiero pensar. Finalmente lo hacen, le inmovilizan, se lo llevan. No veo que se mueva, pero tampoco podría con las cintas que le han puesto. No hay lona negra que le cubra el cuerpo ni la cabeza. Es el alivio.

El trabajo de parte de los policías, los bomberos, y una de las Ambulancias, sigue a vista de mi ventana una vez que el herido se ha marchado.

Y yo me pongo a escribir esto porque ha habido momentos en los que el trabajo de esta gente me ha puesto los pelos de punta. Sinceramente, a veces creo que no somos conscientes del trabajo que realizan, y esta crónica es mi más sincero agradecimiento a todos ellos.

Espero que el hombre de la furgoneta se encuentre bien, cuando baje al portal preguntaré.

Es curioso, si hubiera mirado tres segundos antes por mi ventana, habría visto el golpe en directo, tal vez sabría con exactitud qué ha ocurrido y de quién es la responsabilidad del accidente. Tres segundos más tarde en acabar el capítulo donde el chileno Abel Romero cuenta brevemente su encuentro con Belano, y reflexiona sobre si el mal es causal o casual (con las consecuencias que ello implica), y tendría ahora mismo sobre mí un peso distinto, y la imagen de la violencia del impacto, que me alegro de no tener.


Cuando bajo a la calle pregunto a un policía. Me confirma que el herido está bien, que al principio no podía moverse, que el protocolo… luego contesta a la pregunta del responsable: la furgoneta hizo un giro indebido. Me voy tras darle las gracias por su labor, me apetece leer en su rostro cierto gesto de incomprensión.