Te escribo desde una dulce y oscura celda tras doce horas de sueño. Verás, está visto que no me puedes dejar sólo, qué le vamos a hacer. El caso es que estaba viendo las noticias de España, como tú acostumbras cada mañana, y me topé con uno de esos absurdos típicos de quemas de fotos reales y sus consecuencias, y como soy republicano ardiente decidí secundarlo en las calles de Berlín.
No buscaba publicidad gratuita, tan solo deslastrar algo de grasa que llevaba acumulada, por lo que no necesitando de Puertas o Reichstags, de Columnas o de Pérgamos, de esto ni de aquello, decidí que bajar a la acera de enfrente bastaba. Tomé una de las cientos de fotografías de nuestros queridos reyes que guardo, y empecé la chasca. Ardió y me gustó, tanto que subí a por toda la colección.
Contemplaba embelesado mi obra mientras alemanes y turcos ocasionales se apartaban con descaro, cuando recordé que las llamas se debían a un acto de protesta, y me determiné a protestar como se debe: a lo grande. Así que, comencé a recordar todo lo que era, todo lo que no, y todo lo que debía, y una y otra vez alimenté la hoguera.
Harto de quemar monarquías me decidí por banderas, y empezando por la española continué –adivina, con la catalana la vasca y la gallega. Que si países vecinos, que si la misma Alemania, que si otros continentes, aquello era un jolgorio espectacular de luz, protestas y crepitaciones.
Como sois tantos los españoles que rondáis por aquí, me topé con una moralina entendible (a los alemanes excitados no hay dios que les entienda) que me recriminaba muy sabio con algo parecido a que los nacionalismos imperialistas sí merecían la peor de las suertes pero que la lucha por la determinación, etcétera: a la hoguera que fue también. Después le tocó el turno al primer alemán que indignado con mi actuación se adelantó seguro de su pastor, pero el perro me miraba tierno y quien ladraba era él así que entre aplausos del perro lancé a las llamas a su dueño –y eso que le quería mucho y le era muy fiel.
Era un no parar y es que estaba imbuido por el viejo principio de que todo es digno de perecer, y de arder más que nada, así que continué con mi obra. Cómo explicarte todo lo que allí se consumía; patrias ejércitos oenegés ordenadores religiones ropas relojes valores historias ciencias diccionarios sabios locos tontos rematadamente tontos o políticos escritores públicos vagos traidores héroes y todo lo imaginable y hasta lo que no, sin distinción alguna. Me enamoré tanto, que no pude sino arrojarme a mí mismo.
Pero todo orgasmo tiene su fin y llegaron unos buenos señores y me recogieron de la hoguera y arreglaron todo el estropicio y me enfundaron en una preciosa camisa y me metieron una sirena por los oídos y todo resurgió de sus cenizas y el mundo volvió a ser estúpido y aburrido plagado de la indecencia del ser humano y en un espejo me contemplé y confirmé el fracaso de mi frenesí.
Y ahora aquí encerrado y con un papel muy serio de extradición. Así que haz las maletas que para el 6 de octubre nos vamos.
Ya no hay más –ven a por mi y no te metas en líos que no soy quien para sacarte de ellos.
Ya no hay más –ven a por mi y no te metas en líos que no soy quien para sacarte de ellos.
FDO: Lázaro