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Está comprobado, lo muerto también renace, y no soy dios, ni Lázaro, pero aquí está la prueba, tal como se fue hace casi un año, ha vuelto: Horas intempestivas de un trabajo insomne. Ha cambiado Azuqueca por Aranjuez, ha cambiado una pequeña Casa por una gran Residencia, han cambiado otras muchas cosas, pero ha vuelto la sección, con su insomnio, con su deber, con sus vueltas de coco. Así que nada, la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, y a veces, casualidades de la vida, en un reflejo material de lo que ya fue.

La de cosas que caben en un año; hace 365 días regresaba de mis vacaciones en Colonia, unas vacaciones perfectas que dejaron prever una de las etapas más felices de mi vida a partir de enero de este año marcado a hierro. Pero el equilibrio es débil, el equilibrio es fugaz, el equilibrio es una ilusión, el equilibrio es una ficción humana que se deshace entre los dedos. Y así ha pasado, el equilibrio ha sido arrasado por el azar, dueño y señor del universo, y me ha introducido en una nueva etapa, a la que no quería dar la bienvenida; rabieta de niño, vano impulso de la inocencia que no quería abandonarme, último esfuerzo de la derrota.

Pero estoy en pie, recobro la energía, y me digo que mientras los párpados funcionen, da igual que sea de noche, que sea de día, que estén los dos juntos o ninguno, recorreré las posibilidades que ofrezcan las sendas del dolor y del placer, y de la apatía y del hastío, y de la rabia y la lucha.

Y en eso ando ahora, velando la noche para que al amanecer el día me vele a mí. Buenas noches, Noche, vete a dormir.

20.11.09

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