Espejos

Mi reflejo empezó a hablarme sin que le diera permiso, estábamos en un tugurio, borrachos y a punto de perder la escasa dignidad que nos quedaba.
−No lo hagas –me dijo.
Cerré los ojos por un momento. Tal vez me dormí. Una eternidad más tarde seguíamos frente a frente. Pensé en romperle la cara, no por lo que me había dicho sino por callarse. Al final volvió a abrir la boca. Le escuché con atención.
−El escritor está condenado, la felicidad no está hecha para él, su deber es recorrer los recovecos profundos del alma, asomarse a los precipicios, paladearlos, arrojarse a ellos si es preciso. A cambio será suya la intensidad. La intensidad que otros solo conocerán en el amor o en el desamor, y en otras mentiras de más baja estofa, pero que nosotros tendremos al alcance de la mano, a diario, y en ambos extremos de la cuerda, cuando rebozados en el fango nos sacuda un verso, una frase, una idea y nos elevemos hasta tocar el cielo.
Confundí el cielo con el espejo y comencé a tocarlo con la mano. Entonces llegaron los golpes en la puerta. Todo estaba borroso. Sentí que el reflejo quería continuar hablando, que iba a pontificar sobre lo que debía hacer cuando saliera del servicio. Puse mi frente contra su frente, y le dije:
 −Shhh…
Al salir sonreí al impaciente que me miró perdonándome la vida. Llegué a base de empujones hasta mi vaso de vodka, lo agarré con fuerza y me dispuse a zanjar la cuestión. Ni siquiera supe si hacía caso al del espejo, o a mí.
Resultado de imagen de alcohol y literatura

4:15

Las polillas parece que sólo saben sufrir. O están quietas o moribundas.

Ahora o quizá no haya otra oportunidad. Hace más de un año que dejé esta sección, por un motivo evidente y justificado: dejé de trabajar a horas intempestivas, por lo que este apartado dejó de tener sentido. Hoy, las circunstancias me han puesto de nuevo en la brecha, y al menos una noche paladearé de nuevo lo que es trabajar en la tranquilidad de la noche, con tiempo hasta para escribir. Así que cómo no cerrar la sección acudiendo pronto y bien.
Nadie me aventuraba el cambio de turno en su día, y menos aún nadie habría podido decirme que el cambio sería para bien, pues me adaptaría sin problemas y a la perfección. Por suerte, nadie puede aventurar nada con la fuerza de la precisión, y a menudo ni siquiera de la probabilidad.
Y lo que vale para el trabajo, vale para la vida. Y mi adaptación al nuevo turno, sirve para mi adaptación a las nuevas condiciones de mi vida que ya casi desde hace dos años me sacude, y me enseña. Lo disfruto, y crezco.
Crecer, crecer sobre todo por dentro, he ahí un buen termómetro de la felicidad de cada uno. Y en ello ando, con un esfuerzo aplicado que no he conocido nunca: activo y decidido.
Perdí de vista a la polilla, pobre, supongo que habrá muerto. Me levanto y lo compruebo, así es. ¿Así muere también definitivamente mi sección? Sólo el tiempo puede hablar.

3:58 25

Del SÍ al Pedestal de Barro
Recuerdo la intuición, pienso a menudo en la idea, y creo incluso poder arañar la fantasmagórica clase y al profesor al que escuché lo que sigue.
Nietzsche dijo que toda afirmación conduce irremediablemente a Dios, por eso él escribió en aforismos, para romper el ritmo que conllevan las frases afirmativas encadenadas.
La intuición es fácil pero la idea no lo es tanto, por otra parte, nunca encontré tal sentencia de este mago seductor de la palabra, o no lo recuerdo. Prosigamos. Lo que se nos viene a decir, o lo que al menos yo interpreto y quiero aquí señalar, es que las frases afirmativas se van encadenando una tras otra hasta construir un edificio pretencioso que apunta sin lugar a dudas a lo más alto posible, siendo lo más alto ayer y hoy, Dios, si bien muchos «artistas de la afirmación», sencillamente no llegan tan arriba por haberle decapitado anteriormente, en buena medida gracias al propio Nietzsche.
Pero me pierdo, yo no vine aquí a hablar de filósofos, sino de nosotros, y aún más y faltaría más, de mí. Pero antes de centrarme en el aquí y el ahora, un antes para cerrar con ellos: por eso, por lo indicado arriba, es entendible que todos los grandes filósofos, todos los que han tenido una enorme capacidad elaboradora de discurso, se dedicaran a construir sistemas que empezaban por lo elemental y acababan o en dios, o en el primer principio, o en la lucha de dos grandes contrarios constituidores de todo, o… Porque un pie tras otro, una afirmación tras otra, y al final se llega a la cúspide.
Pero lo que sirve para elaborar sistemas filosóficos, también sirve para elaborar personalidades, y por supuesto, egos. Hay egos que no paran de hablar y autoafirmarse: así no hay quien los baje del pedestal en que viven. De hecho, esta sociedad se constituye de pedestales a cada paso, interconectados por la inmediatez y la prisa. Quizá no tengan un gran discurso elaborado, pero con el suyo les basta siempre y cuando lo repitan hasta el hartazgo y no dejen entrar al aforismo correspondiente, es decir, a la negación, esto es, a la duda. Y es que si sus egos dejan pasar a la duda, el pedestal se corrompe, y se vienen abajo, por eso tienen que hablar mucho y pensar poco: hoy se exige la altura, aunque con este sistema sólo se pueda alcanzar la cima más intrascendente; pero cima al fin y al cabo se pensará.
En cuanto a mí, no sé si pienso desde aforismos, desde fragmentos de ideas ajenas y propias (lo propio cuesta sudarlo, y nunca será tuyo plenamente), pero es difícil que alcance algún día tamaña altura mediocre señalada. Eso sí, alcanzaré otras mediocridades, ¡qué duda cabe! Pero al menos no me veo en pedestales de ego, salvo que lo funde piedra a piedra sobre el desprecio a los ególatras de medio pelo que abarrotan nuestros días.

23 6:00

La vida comienza en cualquier parte y termina de cualquier manera. El destino no es sino lo que hay entre medias, no lo que se da antes ni lo que llega después, el destino no es sino la vida.

6:00 de la mañana del 10.05.10, tras terminar de ver «Ping pong mongol».

6:30

“El dolor de ahora, es parte de la felicidad de entonces. Ése es el trato”.

Así acaba “Tierras de penumbra”. Película de Anthony Hopkins donde el actor interpreta a C.S Lewis, autor de “Las crónicas de Narnia”. Una deslumbrante película de diálogos profundos y de una calma vertiginosa, pues con mesura y sin prisas llega hasta el tuétano de la vida ¿Cómo no recomendarla a todos los nadies que me leen, cómo no emocionarse al verla, cómo no querer enamorarse, cómo no anhelar sufrir si el sufrimiento es necesario para sentirse tan vivo?

5:32

Acabo de terminar de ver “Nubes pasajeras”, película finlandesa que casi me hace patentar un nuevo concepto: “suicidio por pena ajena”. Pero por suerte terminé de verla y el director tuvo la decencia de poner un final feliz. Las nubes se marcharon y por una vez y sirviendo de precedente estaba justificado. Pero a lo que iba o venía, al poco de que las cosas se empiezan a torcer en este buen drama, el protagonista le dice a la protagonista (ella un poco más, y son marido y mujer), que no pasa nada, que “los árboles siguen creciendo”. Sencillamente me parece una frase genial, y no podía dejarla pasar.
Por otra parte, si alguien de los ninguno que me leen, tiene intención de ir a Finlandia, que se lo piensa mucho. No parece existir país más gris en el mundo que éste, da la sensación de ser lo antimediterráneo por antonomasia, y no tanto por el frío cuanto por el trato humano que se dan unos a otros. De hecho la película merece la pena verla sólo por curiosidad antropológica, ahora bien, hacer un trabajo de campo me parece que puede acabar en depresión.
¡A vivir que son dos días!, y uno y medio no es demasiado bueno.

2:30

¿Por qué leer?


La semana ha comenzado; todos los chavales duermen al fin y me encuentro ya feliz, leyendo y en el despacho cargado de luz, de resaca por el sábado, sin morir de sueño por mi siesta hasta las diez de la noche, y con “La Regenta” que está en las manos y en el alma.

Rediós, hacía tiempo que no sentía tanta tensión en cada poro de la piel. ¿Cómo es posible que un ateo irredento como yo, que alguien que censura a la Iglesia como yo, pueda pasar momentos tan intensos y parciales a favor de don Fermín de Pas? La respuesta es clara y alta: literatura.

Estoy en el capítulo XXVI, el ateo Guimarán ve las puertas de la muerte cercanas y decide la conversión a la fe, volver al redil de la mano de quien ha calumniado durante meses, don Fermín de Pas. Éste ve la oportunidad de reconquistar Vetusta y marcha para darle los santos sacramentos, sin embargo, una carta de Ana Ozores, se cruza en el camino y decide ir a verla primero. Esas páginas en las que no se sabe si el Magistral de Pas llegará antes o después de la muerte del enfermo, esas páginas en las que el destino de de Pas, traducido en todo o nada, traducido en el milagro de, “haber convertido al ateo”, o el pecado mortal de, “haberle dejado morir como un perro por haber preferido visitar a Ana Ozores primero”, son sublimes. La resaca se hunde en el olvido, las letras vuelan porque quiero llegar a conocer el desenlace al mismo tiempo que me reconcentro en cada coma y por fin, cae la moneda del lado de de Pas –puedo volver a respirar, puedo regresar de Vetusta al despacho, puedo parar y dar gracias a la literatura por hacerme sentir tales instantes.

Ana probablemente hará no tardando otro requiebro, lleva así 800 páginas, don Fermín volverá a pasarlo mal y Álvaro Mesía podrá con seguridad cobrarse venganza, yo disfrutaré de todo ello al servicio de lo que dicte Clarín. Él está vivo como tantos otros escritores mientras yo lo esté, mientras tú lo estés, mientras la literatura sea capaz de hacernos sentir tan vivos que da miedo.

Vetusta está plagada de religión gazmoñera, beatería, hipocresía, miseria moral, y personajes completamente torcidos, don Fermín desde luego no es un ideal, y sé que he tomado partido por un hipócrita personaje que no se lo merece, ¡y como dije soy ateo y anti-eclesiástico por mucho respeto que corran por mis venas! Así que, si no puedo soltar el libro, si no puedo dejar de admirar su construcción, sus calles y sus personajes, será por algo, y claro que es por algo: ¡viva la gran literatura!

Escrito el 8.02.10

4:19

Es difícil encontrar algo más melancólico que una lluvia suave en una noche cualquiera. El lento crujir de las gotas de agua al chocar contra las ventanas incita a llorar. Las lágrimas quizá no caigan, pero seguro que lo harán los recuerdos. ¡Váyanse a dormir si pueden, huyan de ellos!

Si no es posible, si permanecen atados a esa melancolía por la causa que fuere, confiemos en que la suavidad se convierta en dura tormenta, y quizá así, el sabor a fracaso, se transforme en recuerdos de fervientes pasiones en los que nos sentimos más vivos de lo que se habrá sentido nunca nuestro verdugo.

Esta noche no estoy de suerte, las horas marchan acompasadas por un lento peregrinar de lágrimas de lluvia.

12 2:56

A la deriva

Es mucho mejor estar a la deriva que estar varado, y esto aún bastante mejor que estar muerto. A la deriva te encuentras bregando contra el proceloso océano, y aunque aspiremos a navegar sobre aguas tranquilas, éstas no pueden durar mucho, así es la esencia humana. Si la deriva nos vence aún nos queda el dolor de la arena, como esas ballenas que agonizan varadas esperando la muerte.

Pero siempre queda la posibilidad de que alguien o algo, nos devuelva al mar, a ellas y a nosotros, a la cresta de la ola, a la lucha. También cabe morir, contra eso ya no hay remedio. Pero no es el caso porque no estarías leyendo esto en este momento, así que levanta la copa de la vida, pégale un buen trago, sonríe, y toma el timón.

27.11.09

4:10

Está comprobado, lo muerto también renace, y no soy dios, ni Lázaro, pero aquí está la prueba, tal como se fue hace casi un año, ha vuelto: Horas intempestivas de un trabajo insomne. Ha cambiado Azuqueca por Aranjuez, ha cambiado una pequeña Casa por una gran Residencia, han cambiado otras muchas cosas, pero ha vuelto la sección, con su insomnio, con su deber, con sus vueltas de coco. Así que nada, la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, y a veces, casualidades de la vida, en un reflejo material de lo que ya fue.

La de cosas que caben en un año; hace 365 días regresaba de mis vacaciones en Colonia, unas vacaciones perfectas que dejaron prever una de las etapas más felices de mi vida a partir de enero de este año marcado a hierro. Pero el equilibrio es débil, el equilibrio es fugaz, el equilibrio es una ilusión, el equilibrio es una ficción humana que se deshace entre los dedos. Y así ha pasado, el equilibrio ha sido arrasado por el azar, dueño y señor del universo, y me ha introducido en una nueva etapa, a la que no quería dar la bienvenida; rabieta de niño, vano impulso de la inocencia que no quería abandonarme, último esfuerzo de la derrota.

Pero estoy en pie, recobro la energía, y me digo que mientras los párpados funcionen, da igual que sea de noche, que sea de día, que estén los dos juntos o ninguno, recorreré las posibilidades que ofrezcan las sendas del dolor y del placer, y de la apatía y del hastío, y de la rabia y la lucha.

Y en eso ando ahora, velando la noche para que al amanecer el día me vele a mí. Buenas noches, Noche, vete a dormir.

20.11.09