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Es difícil encontrar algo más melancólico que una lluvia suave en una noche cualquiera. El lento crujir de las gotas de agua al chocar contra las ventanas incita a llorar. Las lágrimas quizá no caigan, pero seguro que lo harán los recuerdos. ¡Váyanse a dormir si pueden, huyan de ellos!

Si no es posible, si permanecen atados a esa melancolía por la causa que fuere, confiemos en que la suavidad se convierta en dura tormenta, y quizá así, el sabor a fracaso, se transforme en recuerdos de fervientes pasiones en los que nos sentimos más vivos de lo que se habrá sentido nunca nuestro verdugo.

Esta noche no estoy de suerte, las horas marchan acompasadas por un lento peregrinar de lágrimas de lluvia.

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