La vida es…

La vida es…

Podría haber empezado esta entrada, más que nunca, de un modo infinito de formas, pero me gusta ser leal al detalle que me provoca una sonrisa, y el título y la cabecera hacen justicia a la anécdota absurda pero cargada de sentido para mí, que vengo a revelar.

Desde hace unas semanas y, siguiendo mi plan contumaz de enfermar definitivamente de literatura, he añadido a mi dieta (de convertirme en un personaje, de lecturas variadísimas, de escritura de relatos, de mucho trabajo en mi tercera novela), también el inicio de un máster que me obligará a pensar todavía más literariamente la vida. Pues bien, el primer ejercicio que se me propuso, resultó un reto que consistía en pasar en apenas dos folios y sin armarios, espejos, agujeros…, de un mundo realista a uno fantástico. El resultado es mi siguiente entrada, que dará paso a una nueva sección y que he decidido bautizar como «Relatos Impuestos».

Pero la anécdota no es esa, sino que lo anterior es el entrante racional de la sensación absurda pero feliz que me hace escribir esto. Verán, lo que escribí a raíz del ejercicio que me propusieron comienza con, «La vida es rara». Una frase que me resulta muy atractiva por su ambigüedad y por su capacidad para englobar tantas cosas como casi se quiera. Una frase, que no debe de ser literariamente muy mala, cuando hoy la encuentro en uno de mis escritores favoritos. Mi admiradísimo Enrique Vila-Matas, en «Aire de Dylan», se la hace pronunciar a su protagonista, Vilnius, y la sonrisa que uno de los mejores escritores de nuestros días consigue siempre sacarme, se ha teñido también de vanidad. Por supuesto es ridículo, pero es un ridículo feliz.

Y ya está, no hay más que decir aquí.

Nueva cara, idénticas cicatrices

Han sido muchas horas y unos cuantos días peleándome con la migración del blog, con diferentes plantillas, barras laterales, etiquetas, ediciones, fondos… para llegar a un modo aceptable de carlosaymi.com. Salvo la última cita, y aunque he reetiquetado y actualizado unos cuantos relatos, puedo decir que todo lo precedente pertenece a mi anterior blog y dirección. Quería actualizarme sin renunciar al pasado, y es posible que el resultado no esté mal del todo.

Os animo a que me comentéis qué os parece la nueva página, y a que le deis a los botones de redes sociales que aparecen en las entradas cuando pinchas sobre el título… si es que os gusta lo que encontráis.

Por cierto, gracias Camino por tu inestimable ayuda y, paciencia con un inútil tecnológico como yo:)

Cómo concibo la literatura

Concibo la literatura en buena medida como lo que el escritor es capaz de ofrecer al lector. Hay libros que te lo ofrecen todo, que te cambian la vida, que te la orientan, que te la llenan. Otros, la mayoría, son más modestos, pero un buen libro para que lo sea, debe dar algo al lector. En mi caso intento ofrecer entretenimiento y alguna que otra reflexión. Tengo lectores que me han dicho que lo he conseguido, y eso no es poco para mi primera novela. Lo mismo intentaré con la segunda, que hace concluir la saga (si es que con dos se puede hablar de tal cosa), y lo intentaré, no con más ahínco, pues eso es difícil, pero sí con más experiencia. Creo que lo andado hasta aquí me ayudará para ofrecer más y mejor.

Contaré una anécdota. Sobre los treinta leí por primera vez a Oscar Wilde, y si no recuerdo mal empecé con “El abanico de lady Windermere” y no con “El retrato de Dorian Grey”. Al hacerlo, Oscar me ofreció un estilo que me fascinó, un dandismo que solo lo paladeé como una alternativa más en mi lista de alternativas, pero fantaseé con la idea de que si ese libro hubiera caído en mis manos a los 15 o a los 16, mi vida hubiese sido distinta, tal vez hubiese seguido su modelo de frivolidad y estilete lingüístico, por la fuerza arrolladora que posee. Pero claro, a esa edad yo caí preso de “El Quijote”, de “Crimen y Castigo”, de “El Señor de los Anillos”, y cada uno de ellos me ofreció lo que yo buscaba y lo que en dosis importantes yo soy y yo hago. Personajes derrotados, personajes que se intentan reponer, personajes a quienes les ocurren cosas increíbles en un mundo gris.

Por supuesto Tolkien llenó mi mundo de fantasía en el que aún sigo, como demuestran mis novelas, que son un homenaje a mis años de iniciación, pues con él empecé en la literatura y eso no podré olvidarlo jamás. ¿Por qué? Porque me ofreció un horizonte, me ofreció una vida que desconocía hasta entonces y que me atrapó para siempre.

Y qué decir de los grandes que mencionaba antes, quién es Raskolnikov sino un filósofo derrotado y hundido que trata de sobreponerse a su propia realidad y a sus actos sin conseguirlo. Quién don Quijote sino el gran iluso, enloquecido para no perder la ilusión, y un ser genial y vivaz mientras la conserva a pesar de la realidad. Si se tiene algo de sensibilidad hacia la literatura, en esos años o a cualesquiera, tales personajes te tienen que marcar irremediablemente. Y a mí lo hicieron, a fuego y a tinta, y no puedo estar más satisfecho de que la literatura me haya ofrecido tanto. 

Supongo que por lo anterior trato de devolver parte de lo que la literatura me ha dado, en otros lectores. Y lo intento, en la medida de unas fuerzas que espero vayan acrecentándose con los años, con mis libros, con mis relatos. Quién sabe, quizá acabe ofreciéndole al lector tanto como me gustaría.   

Anhelo

Sí, me gustaría tener el mal de Montano. Sí, quiero estar enfermo de literatura, ver todos los aspectos de la vida desde un prisma literario. Y a fe que hago esfuerzos por enfermar, pero sé que mis defensas son fuertes, y al menos hasta hoy, estoy mucho más sano de lo que quisiera.

1º de mayo

Ya se sabe que olvidar el pasado es joderse el presente, y resulta difícil tener un presente más jodido que el nuestro, aunque por desgracia, todo indica que mañana, estaremos aún peor que hoy.
Así que, en un día como este, no resulta extraño que me guste recordar a los mártires de Chicago. Lo haré sin paños calientes, dejando las palabras que José Martí, por entonces corresponsal en Chicago del periódico argentino «La Nación», recogió en su crónica:

…salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…

Si incito a que alguien rememore este pasado a partir de lo que escribo, me daré por satisfecho.


57, Fiebre de domingo

Cada día veo con mayor claridad que mi «problema» se orienta en una dirección principal: la literatura. Esta y su núcleo que también se me hace patente, la ficción, me marcan mi relación con el mundo que me ha tocado vivir. Bendito problema, sí, cabe escribir, pero no olvido que el camino que se elige, anula muchos otros, y claro, me entra cierta «nostalgia» por un no será que me entristece. 
Añadamos que tampoco pierdo la cabeza, y no se me permite olvidar el hecho de que tener un camino elegido, no garantiza meta alguna, y si acaso, provoca que aún se aleje más el horizonte. Más nostalgia aún si cabe, por el no será. Vivir es lo que tiene, la insatisfacción es lo que hay, y dentro de ella hay que buscar lo que más te sacie. Tal vez lo haya encontrado, ¡Qué más se puede pedir!

Mi primera novela

Hace justo un año, el 23 de enero del 2012, proyecté en mi agenda, un gran invento que he  conocido tarde pero a tiempo, que durante dos semanas concebiría el núcleo de mi novela en mente, para ponerme a escribirla después. Para entonces, ni en mis mejores pronósticos habría hecho volar mi imaginación hasta la realidad, donde justo un año después, la novela está terminada.
Recuerdo que el proyecto nacía (así lo comentaba abiertamente a los pocos que me querían oír) con vistas a dos largos años, y que mi esperanza de acabar era escasa, pues un mar de dudas anegaba mi voluntad. Sin embargo, no me he ahogado, y con la novela terminada en su tercera revisión desde hace días, espera para los siguientes paso y las siguientes dudas. 
Ya está registrada, ya está entregada a su primera, competente y preciosa lectora; ahora toca esa dolorosa parte de la búsqueda de editor, con su carta de presentación, con las esperas, con los silencios, con los fracasos. Me digo que no lo conseguiré mientras ansío hacerlo. Sin embargo, aún quedándome en el camino, sé que el esfuerzo mereció la pena, aunque claro, ya puestos, que el esfuerzo se vea recompensado en forma de edición.
El sueño está por ver, pero mientras llega el «no» o el «sí», sé que el duro camino fue un aprendizaje y que, cientos de horas de escritura, merecieron la pena, y me hacen feliz. 

Para Neus, Love of Lesbian, P. Roth, y el futuro
Hacía tiempo que la espina dorsal no me vibraba como hoy al caminar, como hoy al escribir, como hoy al estar sencillamente leyendo en el tren. Todo empezó por el trámite de acudir al centro de vacunación internacional con vistas a mi ya inminente viaje a la India. Fue así como se mezclaron en la coctelera, Madrid, el tren, mis ideas, la música, la lectura… ¡y cómo se vino a agitar la cosa!
Resultó que una sensación de gozo y dicha me asaltó, que no pude esconder una sonrisa estúpida e insoportable frente a las caras somnolientas y rutinarias que por doquier me rodeaban, que los escalones se saltaban de tres en tres si era necesario, que las escaleras se subían corriendo a tramos y sin cansar, y que hasta me hizo tomarme a broma al médico pitopáusico perdido que no me dio ni los buenos días al recibirme, y al que tuve que sacar las palabras, el mínimo de su trabajo, con espátula.
Y a qué vino tanta felicidad me preguntaré cuando el olvido me selle los recuerdos, por qué esa suficiencia repugnante en mi rostro frente a los del resto. Pues ahí van varios motivos.
Porque a estas alturas de mi vida, si me tengo que levantar a las 6:30 de la mañana para poder escribir aunque sólo sea una horita, pues lo hago. Porque si coincide un madrugón con un trámite, pues no hay nada más que inyectarse una buena dosis de buena música y ya estoy bien arriba (allí me dejaron Love of Lesbian con su último disco). Porque si las dudas y mis angustias se ciernen sobre mí… pues que lo hagan, siempre lo hicieron y siempre lo harán, pero tiro de recuerdos felices, y tiro de ti y del nosotros que hay andado hasta aquí, pues permíteme aprovechar ahora porque Quién sabe hasta dónde y hasta cuándo para estas cosas, y aunque sea por un rato, aunque sea tan sólo hasta que el tren me regrese, o yo regrese de Roth, o hasta que llegue el sueño, o hasta que salga de mis recuerdos, o tan sólo hasta que… pero qué más da, porque durante esos instantes que fueron horas, fui lo más cercano no a un dios, sino a un dios feliz, que de estos no sé si los hubo alguna vez.
Así que gracias LOL, gracias viajes, gracias “El mal de Portnoy”, y muchísimas gracias Neus.


PD: Hace unos días unos amigos a los que no veía desde hace más de un año, me preguntaron si era feliz. Contesté con rotundidad: “Sí”. Pero tampoco era cuestión de tratar de hacerles ver, ni creo que puedan imaginárselo, de cuánto puedo llegar a ser capaz.