Para Neus, Love of Lesbian, P. Roth, y el futuro
Hacía tiempo que la espina dorsal no me vibraba como hoy al caminar, como hoy al escribir, como hoy al estar sencillamente leyendo en el tren. Todo empezó por el trámite de acudir al centro de vacunación internacional con vistas a mi ya inminente viaje a la India. Fue así como se mezclaron en la coctelera, Madrid, el tren, mis ideas, la música, la lectura… ¡y cómo se vino a agitar la cosa!
Resultó que una sensación de gozo y dicha me asaltó, que no pude esconder una sonrisa estúpida e insoportable frente a las caras somnolientas y rutinarias que por doquier me rodeaban, que los escalones se saltaban de tres en tres si era necesario, que las escaleras se subían corriendo a tramos y sin cansar, y que hasta me hizo tomarme a broma al médico pitopáusico perdido que no me dio ni los buenos días al recibirme, y al que tuve que sacar las palabras, el mínimo de su trabajo, con espátula.
Y a qué vino tanta felicidad me preguntaré cuando el olvido me selle los recuerdos, por qué esa suficiencia repugnante en mi rostro frente a los del resto. Pues ahí van varios motivos.
Porque a estas alturas de mi vida, si me tengo que levantar a las 6:30 de la mañana para poder escribir aunque sólo sea una horita, pues lo hago. Porque si coincide un madrugón con un trámite, pues no hay nada más que inyectarse una buena dosis de buena música y ya estoy bien arriba (allí me dejaron Love of Lesbian con su último disco). Porque si las dudas y mis angustias se ciernen sobre mí… pues que lo hagan, siempre lo hicieron y siempre lo harán, pero tiro de recuerdos felices, y tiro de ti y del nosotros que hay andado hasta aquí, pues permíteme aprovechar ahora porque Quién sabe hasta dónde y hasta cuándo para estas cosas, y aunque sea por un rato, aunque sea tan sólo hasta que el tren me regrese, o yo regrese de Roth, o hasta que llegue el sueño, o hasta que salga de mis recuerdos, o tan sólo hasta que… pero qué más da, porque durante esos instantes que fueron horas, fui lo más cercano no a un dios, sino a un dios feliz, que de estos no sé si los hubo alguna vez.
Así que gracias LOL, gracias viajes, gracias “El mal de Portnoy”, y muchísimas gracias Neus.
PD: Hace unos días unos amigos a los que no veía desde hace más de un año, me preguntaron si era feliz. Contesté con rotundidad: “Sí”. Pero tampoco era cuestión de tratar de hacerles ver, ni creo que puedan imaginárselo, de cuánto puedo llegar a ser capaz.