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¿Por qué leer?


La semana ha comenzado; todos los chavales duermen al fin y me encuentro ya feliz, leyendo y en el despacho cargado de luz, de resaca por el sábado, sin morir de sueño por mi siesta hasta las diez de la noche, y con “La Regenta” que está en las manos y en el alma.

Rediós, hacía tiempo que no sentía tanta tensión en cada poro de la piel. ¿Cómo es posible que un ateo irredento como yo, que alguien que censura a la Iglesia como yo, pueda pasar momentos tan intensos y parciales a favor de don Fermín de Pas? La respuesta es clara y alta: literatura.

Estoy en el capítulo XXVI, el ateo Guimarán ve las puertas de la muerte cercanas y decide la conversión a la fe, volver al redil de la mano de quien ha calumniado durante meses, don Fermín de Pas. Éste ve la oportunidad de reconquistar Vetusta y marcha para darle los santos sacramentos, sin embargo, una carta de Ana Ozores, se cruza en el camino y decide ir a verla primero. Esas páginas en las que no se sabe si el Magistral de Pas llegará antes o después de la muerte del enfermo, esas páginas en las que el destino de de Pas, traducido en todo o nada, traducido en el milagro de, “haber convertido al ateo”, o el pecado mortal de, “haberle dejado morir como un perro por haber preferido visitar a Ana Ozores primero”, son sublimes. La resaca se hunde en el olvido, las letras vuelan porque quiero llegar a conocer el desenlace al mismo tiempo que me reconcentro en cada coma y por fin, cae la moneda del lado de de Pas –puedo volver a respirar, puedo regresar de Vetusta al despacho, puedo parar y dar gracias a la literatura por hacerme sentir tales instantes.

Ana probablemente hará no tardando otro requiebro, lleva así 800 páginas, don Fermín volverá a pasarlo mal y Álvaro Mesía podrá con seguridad cobrarse venganza, yo disfrutaré de todo ello al servicio de lo que dicte Clarín. Él está vivo como tantos otros escritores mientras yo lo esté, mientras tú lo estés, mientras la literatura sea capaz de hacernos sentir tan vivos que da miedo.

Vetusta está plagada de religión gazmoñera, beatería, hipocresía, miseria moral, y personajes completamente torcidos, don Fermín desde luego no es un ideal, y sé que he tomado partido por un hipócrita personaje que no se lo merece, ¡y como dije soy ateo y anti-eclesiástico por mucho respeto que corran por mis venas! Así que, si no puedo soltar el libro, si no puedo dejar de admirar su construcción, sus calles y sus personajes, será por algo, y claro que es por algo: ¡viva la gran literatura!

Escrito el 8.02.10

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