Hierro 3

Desde hace un mes me encuentro vago y perezoso como el perro más cínico de Diógenes el perro, pero me veo obligado a retomar la palabra tras disfrutar de «Hierro 3».

Es posible que entre cualquier persona del planeta sólo exista como máximo seis grados de separación, pero entre el cine occidental y el oriental, suele haber alguno más. En ocasiones coinciden ambos mundos en que producen obras maestras, y «Hierro 3», sin duda alguna coincide en esta categoría. Estamos ante una película inconcebible para nuestra idiosincracia, y menos mal que el gusto por el arte es más universal de lo que en ocasiones estamos dispuestos a reconocer, porque si no, probablemente no sería capaz de haberla gozado tanto.
Nunca vi una película tan fantasmalmente bella, pura, donde el silencio es poesía y la palabra fea prosa. Por lo común amo la prosa y me cuesta conectar con la metáfora, pero hoy no, «Hierro 3» hace lo imposible, pegarte a la pantalla con la imagen, con el ojo de la cámara, con la transformación de un ser humano en un fantasma. En un fantasma que es arte y que aúna la realidad y el sueño.
La última secuencia es una descripción perfecta de la película. No diré más. Ni una palabra sobre su argumento, para eso hay otros medios, yo lo que quiero es animaros a que la veáis. Espero no fracasar, lo sentiría por vosotros.

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