«Siempre» y «nunca» son palabras que anhelan alcanzar lo contrario a lo que somos. Refieren a un infinito del que no participamos pero que perseguimos desesperadamente. Aspiran a asegurarnos una inmutabilidad que no va con nosotros.
Lo anterior en el plano abstracto, en el práctico podemos poner que el «siempre te querré» y el «nunca te volveré a ver», forman parte de esa desesperación por agarrarnos a algo seguro, pero es el hierro a lo que te puedes asir, no a los sentimientos. Ya se sabe que no hay nada para siempre, ya sabemos que las palabras se las lleva el viento: somos finito. Ahora bien, también somos contradicción, y seguiremos empleándolas comos si fueran la mayor de las certezas. He ahí nuestra condena, nuestro sello y a buen seguro, nuestra salvación.