¡Bah! Ya bajé un par de veces, llegué hasta la temida y literaria puerta, leí su eterno lema de abandono de la esperanza, entré como un corderito… y en el momento oportuno, le prendí fuego a todo eso y volví a subir con una sonrisa de oreja a oreja. El infierno no es para tanto, te deja un olor a nostalgia, un regusto amargo, un dolor en las entrañas, y una enseñanza para el futuro.