Por supuesto que no he vuelto a ver a la tal Nina –le dijo Joseph a su amigo Lino, mientras observaba los posos de la cerveza negra-. Estaba loca, y llegó un momento de la cena en el que me habló llorando, mirando sin verme, perdida en su obsesión, y llena de rabia.
No le puedo perdonar que acabara con todos ¡Que sencillamente los matara sin más! ¡Va contra toda lógica, contra toda regla creativa, es ir contra el lector, joder!
Y pegó tal puñetazo a la mesa, -contaba Joseph a su amigo-, que hizo tambalear los platos y derribó un vaso.
Uno, bueno, dos, venga, tres, haciendo un esfuerzo, pero todos… ¿Qué pasa con la salud del lector, qué pasa conmigo que les he acompañado durante tantas páginas, durante tantas aventuras? ¿Y qué hay del futuro, qué de todas las historias maravillosas que cercena al matarlos?
¿Y tú callabas? –Le preguntó Lino a Joseph cuando el menudo camarero les sirvió otra ronda-. Mira que me extraña.
La verdad es que no sabía muy bien qué decirle, ni cómo tranquilizarla. Pero lo intenté, y le balbuceé de un modo un tanto estúpido que si no sería mejor pasar página, que siempre podía coger otro libro.
¿Y qué te contestó? -Insistió Lino.
Puedo, pero no quiero ¡No me da la maldita gana, no pienso pasar página! Y lo que he hecho en cambio ha sido encerrarme en esas mismas páginas, de modo que leo una y otra vez la misma historia, una, y otra vez.
Pero –contó Joseph a Lino que le había dicho a la tal Nina- son más de…
Da igual cuántas sean. Lo importante es cómo son, y sobre todo, que mientras leo y releo, los personajes están vivos, luchan, hablan, se rebelan ¡Y ni siquiera él los puede matar…! Hasta llegar al final, claro.
¿Y llegas siempre al final? –Recordó Joseph que le preguntó a Nina impactado por su pasión.
Llego. Y en cierta manera me voy convenciendo de que soy yo quien los mata. Pero no me queda otro remedio, prefiero matarlos a la traición de no acabar su historia…
Por supuesto que no he vuelto a ver a Nina –suspiró Joseph ante su amigo Lino, mirando otra jarra de cerveza vacía- y sin embargo, me apetecería tanto volver a hacerlo.
Dedicado a Sapkowski, al cual debería odiar después de
su carnicería con la Compañía del brujo, y sin embargo…