«La noche de la iguana» (1964) de John Huston posee una fuerza y un nervio que me encanta descubrir en el cine clásico. Al fin y al cabo no me canso de desengañarme sobre la idea de que las películas en blanco y negro tienen un ritmo lento, unos temas alejados de nuestro tiempo, y unas interpretaciones excesivas. Por supuesto de esto hay en ese cine, y mi autoengaño no llega sin fundamento alguno, pero cuando los años criben al cine actual, pocas películas de hoy podrán mirar a la cara y sin vergüenza, a las que ya son consideradas como obras maestras. Y esta película sin duda lo es.
La primera escena, con el reverendo (Richard Burton) echando a sus feligreses de la iglesia, te deja imantado. A partir de ahí, imágenes brillantes, profundidad y humor. No se pierdan la corrosión que desprende esta película, con algunas frases que podría haber firmado Groucho Marx, ni su calidad literaria. No se pierdan a ninguna de las cuatro mujeres que «torturan» al reverendo, ni se pierdan al abuelo, ni a los mejicanos de las maracas en torno a Eva Gardner, ni por supuesto, a las iguanas.