Desde que Homero enseñó el camino de la literatura con La Ilíada y La Odisea, los límites de la narrativa parecen claros, pero nunca lo están, o mejor, el límite es que apenas hay límites. Borges acotó el tema perfectamente bajo la frase “ningún personaje es imposible”. Los dioses pululan con Homero, el loco más cuerdo que todos los cuerdos de su época (y desde luego que la nuestra), campa en busca de gigantes por los campos de Castilla, y un feto es el narrador y protagonista de Cáscara de nuez.
De acuerdo, Ian McEwan parte de una premisa arriesgada, sorprendente, genial y con ello ya tiene buenos mimbres para que su novela eche a andar, sin embargo, ¿cumple con el resto de las expectativas? ¿Sus personajes merecen la pena? ¿La trama tiende su tela de araña de manera irremediable? ¿El estilo y el ritmo están a la altura? Desde mi punto de vista concedo un sí generalizado, más bien concedo un bravo. El conjunto está a la altura y Shakespeare, actualizado, tiene mucho que ver en ello.
Lo que se nos sirve es un escenario moderno en unas intrigas tan añejas como el ser humano; amor, desamor, celos, odio, traición y por supuesto el fantasma de la muerte royendo la esperanza. Pero eso sí, al modo posmoderno, nada de grandes fanfarrias, nada de reinos y coronas en lucha, la única gloria en todo caso que se persigue aquí, es la de la poesía por parte de John, el padre cornudo del protagonista no nato. Pobre John, antes, durante y después del drama.
Menos mal que nuestro feto viene bien pertrechado gracias a los podcast que su madre usa compulsivamente para poder dormir (es lógico la dificultad de la madre, el remordimiento y la culpa son una carga muy pesada) y que le enseñarán tanto al narrador. Y menos mal que nosotros encontraremos entre las doscientas páginas (ni siquiera llegan), tanta ironía, reflexión y humor, que nos será muy difícil no querer tragarnos por completo el veneno del drama al que asistimos.
Un drama por cierto opresivo. Apenas respiramos un solo gramo de aire freso fuera de la ruinosa mansión familiar que engendra la acción. Y lo poco que se respira fuera de ella, se sabe que no va a traer precisamente aire limpio. Así que nos quedamos encantados en la casa, contemplando cómo la ruina tiende a desmoronarse, no a relucir, a pesar de nuestras ilusas ficciones. Maldita y obcecada realidad, que al final siempre se impone. ¡Incluso hay que nacer para empezar a morir!
Julio 2018
Buena novela!!!
Gran escritor.
Gracias y un saludo
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Cierto y por completo de acuerdo. Saludos de vuelta;)
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Estoy «enamorado» de Ian McEwan desde «Sábado» y he ido atrás en su bibliografía. Solar me pareció también magistral, su forma de escribir y la profundidad que da a sus personajes me encantan. Gracias por esta reseña, seguiremos leyéndole.
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Yo tengo que hacerme con «Solar», es la segunda vez que me lo recomiendan en pocos días. McEwan está entre mis mejores descubrimientos del último año más o menos.
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