Quiero aprender otra vez a hablar, a los cincuenta y cinco años: no se trata de aprender una nueva lengua, sino de hablar. Desprenderme de los prejuicios, aun cuando no quede otra cosa importante. Volver a leer los grandes libros, los haya leído o no. Escuchar a la gente, sin desear vencerla, sobre todo a la que nada tiene que enseñar. Dejar de pensar en el miedo como medio de consumación. Combatir a la muerte, sin dejar de llevarla en la boca durante todo el tiempo. Con un único lema: valor y honestidad.