Estoy muerto, pero nadie lo sabe.
Antes, logré escapar, conseguí el coche, pero se paró en mitad de la vía.
No fue un sueño, no soy un fantasma, el tren me arrolló, sentí cada hueso roto. Luego la nada.
Sin embargo, de alguna manera, la nada me devolvió entero.
Como mi muerte no invita a la lógica, tomé decisiones que tampoco. Regresé voluntariamente a la cárcel. Nadie entendía demasiado, yo no era una excepción.
Hoy comencé a cambiar por el principio, llamé a mamá, le dije te quiero y lloramos. Hacía tanto tiempo que no estaba tan vivo.