Kafka erró cuando invocaba un schopenhaueriano «El hombre está condenado a vivir, no a morir», mientras que Sartre acertó plenamente con, «El hombre está condenado a ser libre». Condenados porque no elegimos, porque nos arrojan al mundo sin preguntarnos, diría, y libres porque a cada segundo y a cada paso tenemos que elegir entre la multiplicidad de posibilidades. Esto es tan así que podemos ejercer la libertad incluso contra la vida, no sólo la propia o la ajena, sino contra la especie.