Buscando metáforas

El rumor de la lluvia golpea tus paredes, quieres salir ahí fuera pero ellas te oprimen. Notas su aliento con cada estertor, cada vez más cerca, cada vez más blancas, cada vez más altas. El techo hace tiempo que estalló de la presión, pero el plomo vino a sustituirlo. Sólo el resuello de una metáfora te saca de la habitación y te insufla fuerzas. Tu cabeza se enfrenta a las pétreas paredes y las martilleas hasta sangrar.
La rutina de siempre, tu desgana contra tus ganas. El eterno ciclo: ahí asoma la sanguinolenta victoria, tu cara se empapa y lava el rojizo fracaso de tu mediocre quietud. La lluvia te purifica y seca, pero toca andar, y el camino te conducirá hacia nuevas depresivas paredes.
Un rumor con sabor a pregunta te indigesta: «¿por qué me paro entre paredes tanto tiempo, y por qué me gusta tan poco andar, cuando es lo que me satisface? Soy masoca o idiota».
O quizá simplemente, necesites crecer hacia la infancia para zambullirte de pleno en ese espacio creativo que te hace decir: hoy mereció la pena.
Hoy Yo he sido tu bastón, mañana seré tu zancadilla, así que procúrate valerte por ti mismo, y sangra si has de sangrar, pero rompe siempre paredes.

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