Una de las grandezas y al mismo tiempo una de las miserias que nos constituye como especie, es la capacidad que tenemos para fascinarnos, y no sólo con los grandes misterios del universo, o con los menores, o con pequeñeces terrenales o absurdos humanos, sino también con lo fútil y vacuo, pues también somos capaces de apasionarnos con aquello que no nos aportará nada.
Para acabar prendado por cualquier cosa, apenas necesitas de algo más que tiempo. Cuanto más tiempo le dedicas a una cosa, a la que sea, más importante te parecerá y más atracción sentirás por ella. Así tiende a dar igual que se trate de literatura, de estrellas, o de televisión. Objetiva, potencial y tristemente, engancha tanto leer a Cervantes como ver al friki de turno y de moda.
Una sociedad que no aprecia el esfuerzo, no invertirá sus horas en aquello que apasiona pero que cuesta. Y es que una sociedad que no aprecia el esfuerzo, malgastará su tiempo en aquello que no cuesta esfuerzo, aunque probablemente sí dinero. Por tanto, una sociedad como la nuestra, que como habrán adivinado es de las que no aprecia el esfuerzo, está montada a lomos de un tiempo que cabalga sobre grados indecentes de bazofia.
Cómo no comprender ahora que la normalidad –que no es otra cosa que el mayor número de casos de algo-, arroje y produzca a ciudadanos medios que en circunstancias medias sabrán todo del friki, y nada del genio. Es más, el gasto de su tiempo hará que necesiten saber del primero, y reírse del segundo.
Todo lo anterior podría no parecer problemático si usamos las varas de medir que se usan en nuestra sociedad, como por ejemplo la del dinero o la del éxito: lo importante no es ser médico o crápula (hoy día hay muchos adeptos de esta profesión), lo importante es que seas lo que seas, debes tener los bolsillos llenos. Pero quiero ir más allá y enfrentarme a otra vara, predilecta de los gurús que llenan las pantallas, y que reza lo siguiente: lo importante es ser feliz, ¿y si lo somos mirando una pantalla para qué necesitamos enfrascarnos en batallas mayores?
Reconozco que la respuesta que daré quizá sea demasiado subjetiva, pero me sirve para romper sus varas, y no es otra que el poso. Enfrascarnos en batallas mayores deja un poso mayor. No es lo mismo leer “Guerra y paz”, que ver un partido de fútbol, no es lo mismo ver “Ciudadano Kane”, que leer prensa rosa, no es lo mismo comprender la teoría de la relatividad, que atender al último modelito de la reina. Como dije, quizá estemos ante algo subjetivo, pero los que hemos probado de los dos lados, sabemos que el poso que deja uno y otro, nos hace identificar lo que vale la pena y lo que no, nos hace saber cuando estamos perdiendo el tiempo y cuando no.
En cualquier caso el problema no es la subjetividad, sino la objetividad. El problema es que esta sociedad nuestra, trata a la mayoría de sus ciudadanos como idiotas, dándoles un tiempo idiotizado y banal, que produce así banalidad e idiotización. El problema es que se está sembrando una sociedad estéril que recoge y recogerá su fruto en personas con forma de cáscara vacía.
Y termino con brevedad: el círculo es vicioso, y continuará imparable. Pero hay que decir que hay responsables, y que hay que señalarles con el dedo. Y por supuesto, que hay que ofrecer alternativas. Hay que ofrecer otro tiempo, hay que ofrecer otro ocio, hay que revalorizar el esfuerzo.