Llevo una escala a todas luces preocupante: hace meses reté a Rilke -«¿Quién habla de victorias?» Yo, resistir no es suficiente. Y ayer reté a Dios (y no a uno cualquiera sino al judío-cristiano-musulmán), por mucho que me mastiques tendrás que escupirme.
Y lo peor de todo es que de momento les voy ganando: no sólo resisto pues a trompicones soy feliz, y estoy mordido pero fuera de la dentellada.
Es evidente que no se puede retar a Golliat sin ser David, así que me tocará hundirme antes o después, y sufriré las consecuencias de mi osadía en forma de nulidad en las letras, desdicha en la vida, e inanidad para la lucha. Pero la evidencia me la paso… pero la evidencia llegará más tarde que ahora, y cuando llegue, a sonreír y a buscar el gesto necesario para asumir la derrota.