10.07.10
El día cuando el reloj marca las 19:15 fue largo, pausado a ratos e intenso por momentos.
Dormí como el mayor de los perezosos pero con un sueño trufado de 1001 ruidos, descollando el de la peor gotera que quepa imaginar. Tras la levantada la agenda marcó la Playa de la Libertad, allí me bauticé en el Pacífico y traté de partir sus aguas sin éxito alguno. Pero eso sí, la foto ahí queda para el recuerdo. Y como recuerdo quedará su arena negra y la bravura de sus olas. El baño apenas existió pero el rato fue grato, y desde aquel rincón del mundo gobernado por un español (estuvimos en un “recinto” llamado La Costa Brava), vimos una predicción más del famoso pulpo Paul. La penúltima, porque mañana juega España y su última elección de ostra-bandera debe quedar para el registro de su gloria profética.
Nada más montarnos en el taxi de don Ovidio estalló la tormenta tropical de turno, pero el día ya nos había respetado y donde íbamos, camino de un culto evangelista, nos daban igual los truenos y las centellas.
Como experiencia fue muy interesante. Nada que ver con una misa católica, apostólica y romana. Aproximadamente la mitad del tiempo consistió en un concierto rock de alabanza a Dios y Jesús, con un grupo de jóvenes como músicos, un par de cantantes y dos pantallas gigantes donde seguir las letras (sin acentos, por cierto). En esta parte del culto se podía apreciar una clara intención de exacerbar el sentimiento y aplacar la razón. Algo que por otra parte no fue ningún secreto porque la segunda parte del culto, con el pastor Roberto como protagonista de la palabra, consistió precisamente en la idea de que a Cristo se le llega desde la pasión y la fe y no desde la razón. El pastor no paró de decir que no se trataba de hablar bien sino de llegar al corazón, pero él obviaba algo que sabía, que para llegar al corazón hay que hablar bien, y más cuando te pones delante de un auditorio semanal o diariamente.
Jugó con esa idea, rechazó constantemente la razón usando razones argumentativas (la NASA se gastó…; Dios te protege porque “estoy vivo” –después de un atraco o varios), tiró de ironía, humor y espontaneidad con verdadera clase, fue muy amable y atento con nosotros, demostró que hay que ganarse a los jóvenes, y usó de sus palabras para deshacerse en elogios y dulzura hacia su mujer, futura mamá.
En fin, fue hábil a más no poder, pero esto es lo de siempre, no se va uno a cambiar de bando por una buena cháchara, y es que sigo creyendo en la mía; en esa que advierte que la Biblia es cualquier cosa menos fiable y digna de confianza; que el fenómeno religioso es un claro antropomorfismo donde el hombre necesita de Dios y lo crea, y no a la inversa; y que mientras haya respeto del creyente al ateo y de éste al primero, todo puede marchar bien.
Y por supuesto, que aquellos que encuentran un Sentido en la vida terrena con vistas al cielo, tienen mucha suerte, pero que yo, desgraciadamente, para tal asunto no levanto los ojos de la tierra firme, y si lo hago, es para mirar las estrellas y no a Dios. Amén (permítanme la broma).