Canciones del segundo piso

Título original: Sånger från andra våningen (Songs from the Second Floor).

Año: 2000

Director: Roy Andersson

 

Ni mucho menos es habitual que reseñe todas las películas que veo, y ni siquiera reseño todas las películas que me gustan. Pero “Canciones del segundo piso”, supe que iba a reseñarla desde la primera escena, y eso sí que es inusual.

Hace mucho tiempo, quizá “El Ángel Exterminador” de Buñuel sea la respuesta a, ese tiempo, que no veía una película tan simbólica ni tan agobiante. Para justificar tales palabras tengo multitud de ejemplos, pero me basta con referirme al atasco inexplicable que sufre la ciudad, del que no hay forma de huir.

 Desde luego no es una película para corazones finos, o mejor, delicados, o más preciso aún, sensibleros. Es sucia, dura, desconcertante… y por momentos bella. Si la sordidez más sorprendente puede ser considerada de algún modo bella.

Lo diré de otro modo, estamos ante un carrusel de absurdos cargados de sentidos, y de sentidos sin aparente sentido, cargados de crítica.

Mi memoria es pobre, pero arriesgaría un par de euros a que desde “Eolo”, no me metía entre pecho y espalda una película que me impactara tanto.

Es imposible quedarse con una escena porque me quedaría con casi todas. Sin embargo y por resaltar una, me quedaré con el millonario que cumple cien años. La película, cargada de metáforas, descarga ahí toda la mala baba de la esencia del ser humano, véanla y díganme si miento. Para compensar tanta debilidad, ¿por qué no agarrarme a la fuerza de las voces que atruenan en el metro? Para finalizar, decir que la última escena me dio más miedo que el 99% de las películas que pretenden infundir miedo.

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