Génesis
Filosofía del blog
Abrimos los ojos mirando en derredor con un ansia fatigada de otros esfuerzos quebrados, anhelando alcanzar un sosiego esquivo hasta ahora. Esta vez sí, me digo, arrojando lejos y con ahínco los peores humores. Sé que volverán a atosigarme, y que los acometeré pertrechado tan sólo con los despojos de algunas pequeñas victorias que sirven para malvivir, sé que me hundiré en el abismo de la autolamentación. Pero también sé, y de algo sirve conocerme las entrañas, que emergeré nuevamente del fango para seguir con la rueda de la vida que me ha tocado en suerte, la aborrezco tanto como la amo: en su totalidad.
¡Cuánta exageración soy capaz de convocar, cuánta pedantería! En fin, a la hora de desatar mi lengua y ponerla en negro, disfruto horrores con esta estética de la lamentación, y sufro glorias con la del resurgimiento.
¿Son estas las líneas cruciales de mi blog? Sin duda y no sólo. Por él circularán a capricho los designios de mi ánimo, no sólo consustancial a mí, sino a veces más verdadero que yo mismo; no cabe duda: no tengo la menor idea de quién pertenece a quién. Por ello debo dejarle campar a voluntad, pues es el mejor modo de conocerle, de conocerme. Por otra parte, no sólo escribiré sobre las mediocres miserias que le suceden a esta escisión de mi que necesita escribir, sino que aparecerán también torrentes (sifilíticos eso si) de palabras dichas con mesura, o mejor, no brotadas de ese Yo escindido, sino de otros, quizá del Yo escritor, del filosófico, del Escéptico, del Cínico, o de cualquier otro que logre imponer su voluntad en ese momento. Así pues, aquí pulularán semidiarios, relatos propios, citas, artículos, y cualquier cosa que considere oportuno, digna o indigna, sin apenas orden ni concierto.
Cortando el cordón umbilical
(De pan- y el gr. δαιμόνιον, demonio).
1. m. Capital imaginaria del reino infernal.
2. m. coloq. Lugar en que hay mucho ruido y confusión». R.A.E
Durante muchos siglos pervivieron con fuerza corrientes filosóficas que mantenían la creencia en un «esencialismo nominal», algo así como que el nombre de una cosa le daría su esencia. Y claro, teniendo su esencia tendríamos su conocimiento. Las consecuencias de estas afirmaciones cabalgaron por los derroteros más variopintos, desde la imposibilidad de conocer el verdadero nombre de Dios puesto que le conoceríamos a Él (algo que hoy sigue manteniendo al menos la fe judía) hasta la posibilidad de manejar y manipular a aquello de lo que conociéramos su nombre, su verdadero nombre.
Hoy (al menos en occidente y en general), viviendo como vivimos en un mundo desgastado, descreído de los grandes metarrelatos (bien políticos bien religiosos -aunque prestos a creer en cualquier pseudo Consuelo) y alejados por completo de posibles «esencialismos nominales», poco queda de esa fe ciega en los nombres. Sin embargo, todos seguimos buscando afanosamente la palabra y el nombre adecuado para nuestros inminentes «nonatos», bien sean futuros hijos, animales o, por qué no, cosas. Algo por tanto parece quedar de aquel «nombrar es dotar, nombrar es hacer, nombrar es dar, nombrar, en definitiva, es crear».
Y claro es que aquí al menos, a la hora de hacernos un blog, nombrar es crear -como salga la criatura después no depende ya por completo de nosotros. Por lo tanto no podemos cagarla desde el principio, o al menos debemos intentar no hacerlo, y ese ha sido mi propósito. Nacer y hacer nacer a este blog con el nombre más adecuado posible.
Por todo ello mi blog naciente se llama pandemónium; porque recoge a la perfección el estado en el que se encuentra el yo que más traslucirá por este blog: un yo caótico, indisciplinado, cínico, harto de su felicidad, anímicamente inestable, contradictorio a cada paso, voluntarioso a ratos y vago casi siempre, inseguro hasta la médula, y por supuesto, libidinoso. Es decir, esto será un lugar de ruido y confusión, y si me apuran, quizá crezca hasta convertirse en la capital del infierno. Aunque como dije somos artífices absolutos del nacimiento pero no de la evolución, ni siquiera de algo que manejaremos nosotros supuestamente a nuestro capricho, así, quien sabe si no acabaremos siendo un remanso de paz, una perfecta terapia psicoanalítica, o pasto del olvido. Como siempre, el tiempo dirá.