¡Salud!

Un telediario cualquiera acaba. Carlos apaga su televisor, respira hondo, lo necesita. Se levanta despacio y mira alrededor buscando un sentido, lo encuentra: su telescopio.
-Por ti veo la verdad- se dice.
Ya es de noche, la náusea humana se disipa un tanto bajo las estrellas, lo agradece. Se acerca a su amigo, salen a la terraza, a lo lejos, la civilización más rancia.
-Bendita naturaleza- murmura.
Hombre y telescopio se enfocan, precisan las coordenadas y… Ahí está, brillante, ya considerable, ya imponente, Dios sin duda. Carlos habla, el telescopio escupa, Dios se acerca.
-¿Cuánto tardarán en descubrirte, o ya lo han hecho y no quieren trascender la noticia. Da igual, poco importa. Podrías llamarte Cosmos, pues correctos mis cálculos, en poco más de tres meses impondrás orden sobre el Caos humano. me duele por la inocencia del mundo, pero tu ira parece demasiado grande como para tener misericordia con nada.
Ya te escucho Dios clamar: ¡Justicia y amor, todos iguales, todos muertos!-.

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