Arrastrándome como nunca pude concebir llego a ti de nuevo a la espera de no repetir este error que me condena a páramos yermos, sombríos e inútiles. Vuelvo dispuesto a arrostrar cualquier peligro porque he asumido tras la calamidad que sé vivir sin miedo. Tras de mis ojos caben mundos enteros que tú me ayudarás a recrear. El problema no ha sido el tiempo, sino el alma bullendo iletrada por mor de una losa pesada, pero deslastrable al fin y al cabo, el problema en definitiva ha sido petrificar un golpe, por muy duro que sea, en un sino siniestro. Ahora, nuevamente libre de temores, acometo la vuelta a ti en multitud de ramas de la que esto es sólo un ejemplo. Cabe preguntarse si recaeré, o incluso si me hundiré en abismos insondables de los que nunca logre salir, pero puedo responder que tengo certezas útiles que antes no tenía, y que aunque con lentitud, aprendo. Esta relación amor-odio, palabra, debe continuar hasta que me consuma, y así se hará.