5.07.10
Estoy cansado, no diré que reventado por el que dirán, porque es lunes, y porque no hice la jornada completa con los niños.
Hoy recuperé mis años de patio, pelota y pelotón cual infante, tratando de marcar goles a base de patadas más o menos dulces y coscorrones varios. Luego refuerzos diversos, y luego más juegos y más juegos. Y del Centro de Día a la Casa Albergue: sobrevivir tiene mérito.
Sobrevivir tiene mérito sí, pero debo reconocer que los niños llenan. Comprendo tanta maldad, que cómo no voy a comprender el amor por los niños: si tuviera algo que salvar, salvaría la infancia, quizá incluso por delante de los libros.
Un irredento ateo como yo no puede estar de acuerdo con Coralia en algunas cosas, pero es de envidiar la fuerza y la pasión que saca de Dios para tirar hacia delante. Es evidente que para mí no hay Monseñor Romero que valga, pues las raíces de mi fe ha mucho que ardieron, pero debo reconocer que cuando hoy relató la historia de su Fundación y el esfuerzo con el que carga, me emocioné.
Eso sí, me molesta esa manía de atribuir a Dios y a Romero todas las casualidades buenas, ¿y qué de las malas?, ¿quedan sólo para los hombres? Pero en fin, ella está convencida y de ahí extrae la energía necesaria, nada que reprochar. Siempre lo he considerado una ventaja con respecto a mi ateísmo antropológico, ojalá pudiera tener esa fe. Además, la suya está revestida de cultura y respeto, alejada de monsergas y beatismos.
Me empezaron a joder en el curro…
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