17.07.10

17.07.10

Saberlo no quita de sufrirlos: los sentimientos regresan sin previo aviso.

Al margen de nostálgicas anotaciones, diré que esta ciudad de abolengo colonial, es una preciosidad. Está bien cuidada, el turismo se funde equilibradamente con la población local, y si uno se aburre sólo debe levantar la vista para contemplar el círculo de montañas rasgadas de nubes que rodean La Antigua. Una pena que no vaya a pisar ninguno de sus picos frondosos y tropicales. Otro bosque que se me escapa.

No es justo comparar, pero Guatemala sigue goleando a El Salvador en cuanto a país, por lo que mi proyecto en F.A. se revitaliza. Vine a ayudar en un núcleo de pobreza, y en eso El Salvador gana de goleada a Guatemala, si bien no se me va de la cabeza que hace apenas dos días leí en 20 Minutos que este país copa el quinto lugar del ranking en cuanto a desnutrición infantil. No está siendo mi impresión, pero de nuevo diré que mi conocimiento del país está siendo superficial hasta decir basta [días más tarde puedo afirmar que efectivamente todo eran impresiones falsas ya que Guate tiene mayor pobreza que El Salvador].

Pocas horas más tarde de disfrutar del paseo diurno de La Antigua, visité el hotel “Santo Domingo”, por recomendación de nuestra coordinadora en España. No esperaba algo excepcional, pero resultó ser un antiguo convento español que caída la noche, se ilumina casi en su totalidad con velas, y el resultado y la belleza de las “ruinas” sí que resultan impresionantes.

Escribiré aún que tuve la mejor comida (en realidad cena), de todas cuantas he tenido estos 17 días, pedí estofado de pelibuey; según el camarero carne entre el cordero y el cabrito, para mí, carne riquísima a secas.

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