47

Me reconozco impío y blasfemo y no tengo mayor inconveniente en confesarlo. No quiero decir con ello que me guste por ejemplo cagarme en Dios, cosa que nunca hago ni me agrada oír, o que vaya por ahí molestando a sinceros creyentes, cansinos beatos, o peligrosos fanáticos. No, no soy un irreverente de ese estilo pues no sólo allá cada cual con su Creencia (siempre que respete la mía y mi integridad), sino que además reconozco una envidia más o menos sana para aquellos que profesan una fe ciega, y admiración por otros que como Pascal, Kierkegaard, o Unamuno, agonizaron en su duda para terminar venciendo en su Fe. 
Y sin embargo…
me reconozco sacrílego diletante cuando por ejemplo me siento en catedrales para pensar en mundaneidades varias y heréticas, o cuando juego con el lenguaje dogmático para marcarme alguna que otra barbaridad que me debe condenar derechito al infierno, o cuando reto a Dios, a Cristo, o a su Madre, para que se me muestren y me hagan sangre, polvo, nada… o réprobo inminente si lo prefieren.
Y sin embargo…
no hay manera. Pero yo insisto e insistiré, y si me preguntan mi motivación, saldré pronto al paso diciéndoos a vosotros que si les llamo a Ellos, que si supuéstamente les injurio, que si les reto al modo de, «bajad aquí si os atrevéis», es por una causa bien sencilla, y es la de asemejarme de alguna manera a un dios, en la esperanza de picarle, y de ponerle a mi altura o de que Él, o Ella, o Ellos, me pongan a la suya, aunque sólo fuera por un instante y para mandarme al quinto infierno. 
Y sin embargo… nada de nada. Pero les soy paciente, y ya me llegará la hora de pagar… si se atreven.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s