El salto

Tras  un mes de encierro en la jaula de formol, sus pasos de arena movediza regresaron a los océanos procelosos de las aceras. Las farolas recién encendidas le hirieron con su luz fría: el universo entero era indiferente a su dolor.

El hospital quedaba fuera de él, su hedor dentro. El accidente se alejaba en los relojes, las consecuencias ya eran quiste inmutable. Su mujer y su hijo se pudrían, se pudrían su mujer y su hijo.

Era domingo y brillaba la nada. Llegó al rascacielos con sabor a reencuentro. Ascensor de nácar y azotea de cielo. La felicidad del descanso a un solo paso.

No saltó. El salto fue no saltar. El salto fue seguir vivo.

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