Z

«Z» de Costa Gavras, 1969.
“…
−Perdón señor juez…
−¿Qué?
Ha dicho usted asesinato, ¿escribo asesinato?
El juez ha sido valiente…”
Quisiera tener los huevos del juez gafapastas; no me importaría usar de los medios del periodista para sacar a relucir la verdad; no quisiera morir por defender lo que hay que defender… Y me gusta pensar (y creo que pienso bien), que España está lejos de ese momento histórico que refleja esta obra de arte cuya intensidad se gana con el transcurrir de los minutos.
Y cuando uno está feliz y saboreando un poco de justicia… llega el final con el amargo sabor de la verdad del martillo histórico. Qué grande y qué duro, como la vida misma.

A propósito de Llewyn Davis

Por una razón lógica a todos nos gusta escuchar historias de perdedores. La razón no es otra que la de hacernos sentir mejor al compararnos con tales protagonistas. Los Cohen nos sirven el retrato de un perdedor de primera. La película va por buen camino en todo momento, pero hacia el final se vuelve trascendente, y cuando Llewyn Davis se «cruza» con Bob Dylan, el asunto alcanza el éxtasis. Por momentos resulta tan desesperante como la vida misma.

La venus de las pieles

«La venus de las pieles» (2013) es una película que desprende sensualidad y arte por todos sus poros. Dos actores, dos, son suficientes para envolverte y atraparte hasta el final. Un final que se presume difícil para dar redondez a la obra, pero donde Polanski tampoco defrauda tras varios giros difíciles, y sin embargo acertados. Un peliculón lleno de fuerza y sexualidad sin un solo beso real. Teatro, literatura, cine y vida, fundidos para dar lo mejor de sí.

Un lugar en el mundo

“Cuanto más se sabe, más cerca se está de la magia”. Esta frase brillante, irónica, paradójica, redonda y perfecta, dicha por el geólogo Hans [José Sacristán] en, Un lugar llamado mundo, podría coronar un panegírico de motivos para ver esta película de Adolfo Aristarain.

La gran belleza

La gran belleza, de Paolo Sorrentino, hace apenas unas horas oscarizada como la mejor película de habla no inglesa del 2013, es sin duda una gran película, y aunque las comparaciones sean odiosas y esas cosillas, toda una lección de cine que tal vez debiera servir al cine español, al yanki, y a todos en general, por ser capaz de tratar hipnóticamente de lo pequeño y de lo grande, o más contextualizado, de lo mundano y de lo divino. Bella e inquietante por momentos, no os la perdáis. 

Enter the Void

«Enter the Void» (2009) de Gaspar Noé, es experimental, desagradable, psicotrópica, dura, explícita, inquietante, caótica, extrema, valiente, límite, excesiva, descorazonadora, pretenciosa. Ni siquiera la recomiendo, o al menos no lo hago a la ligera, pero me alegro del vuelo, me alegro de haberla visto, y me alegro de haberlo hecho sereno.

La noche de la iguana

«La noche de la iguana» (1964) de John Huston posee una fuerza y un nervio que me encanta descubrir en el cine clásico. Al fin y al cabo no me canso de desengañarme sobre la idea de que las películas en blanco y negro tienen un ritmo lento, unos temas alejados de nuestro tiempo, y unas interpretaciones excesivas. Por supuesto de esto hay en ese cine, y mi autoengaño no llega sin fundamento alguno, pero cuando los años criben al cine actual, pocas películas de hoy podrán mirar a la cara y sin vergüenza, a las que ya son consideradas como obras maestras. Y esta película sin duda lo es.
La primera escena, con el reverendo (Richard Burton) echando a sus feligreses de la iglesia, te deja imantado. A partir de ahí, imágenes brillantes, profundidad y humor. No se pierdan la corrosión que desprende esta película, con algunas frases que podría haber firmado Groucho Marx, ni su calidad literaria. No se pierdan a ninguna de las cuatro mujeres que «torturan» al reverendo, ni se pierdan al abuelo, ni a los mejicanos de las maracas en torno a Eva Gardner, ni por supuesto, a las iguanas.    

The Act of Killing

«The Act of Killing» (2012) es más terrorífica que cualquier película de terror, más cruel que «Hotel Ruanda», peor que toda película sobre el nazismo jamás rodada. Es un canto a la misantropía. Es la más nefasta campaña de publicidad que se puede hacer sobre un país (¿quién querrá viajar a Indonesia después de verla?). Es un continuado crimen horrendo sin castigo (ni jurídico, ni histórico, ni de conciencia, ni de nada). 
«The Act of Killing» agota los calificativos siniestros que podamos imaginar, y lo hace entre otras muchas cosas, porque el documental es más crudo que cualquier película que recreara con actores la barbarie que allí ocurrió. Se va mucho más allá, los actores son los protagonistas (felices entonces, felices ahora) de lo que hicieron, que en un juego alucinógeno recrean sus crímenes según su trastornada visión.
«The Act of Killing» debe hacer que abraces a tu hermano, a tus padres, a tu pareja, y les des las gracias por estar ahí, y por estar tú aquí, viendo el horror a través de una pantalla, lejos, muy lejos, de esa gente. Porque sí, porque lo peor es que somos de la misma especie que ellos.


The Trotsky

Está claro que exagero y, del mismo modo, me importa un bledo, pero estoy enamorado del cine canadiense.

No quiero ser serio en ningún momento más que nada por humildad y desconocimiento, pero lo cierto es que, ¿cuántos títulos canadienses he podido ver? Digamos que cinco o seis de los cuales tres me han dejado una sonrisa enorme o un poso profundo; «Jesucristo Cazavampiros»; «Leolo», y «The Trotsky». La última acaba de terminar para mis pupilas, y vaya si me ha gustado, tanto que me ha producido el poso y la sonrisa.

Ni siquiera la recomiendo especialmente porque en muchos sentidos, está hecha para mí; es como esa maravilla de libros en las que el autor parece que se centra en un lector único y te hace sentir especial. A veces incluso en la película, hasta molesta «que me haya robado» un par de ideas, pero en definitiva vuelvo a sonreír y el asunto se pasa. Revolución, historia, peculiaridad canadiense (comparen si no el actuar de los policías con el típico cine estadounidense), y humor, si a alguien que lea esto le interesa alguno de esos puntos, probablemente pasará un buen rato.

Stoker

Stoker (2013) de Park Chan-wook

Resuena aún el final de su banda sonora cuando comienzo a escribir, y reconozco que eso me deleita en parte. Acabo de asistir a una gran película capaz de sorprenderme, y de gustarme por romper los esquemas que previamente iba trazando y que poco a poco se quiebran, pero como debe hacerse, sin grandes giros de guión inverosímiles, sino con audacia, y al caso, hasta a base de simbolismo.

Versión moderna de una Lolita oscura, va más allá. Hacía tiempo que no veía una película tan valiente, y para los tiempos que corren (se estrenó este mismo año), estamos ante algo digno de mención. Decir que inquieta, que desprende sensualidad donde lo mórbido y lo sexual se entremezclan con maestría, o que las actuaciones son de sobresaliente, es mera perogrullada.

Puedo terminar una vez más contento de decirlo: ¡Véanla y dejen de leerme, lo agradecerán!