Venas y Cine
Celebración (1998)
El hombre que nunca estuvo allí
Me faltarían calificativos si quisiera etiquetar esta obra de arte de los hermanos Cohen, pero vamos al grano como supongo que hará la mayoría de los que sientan la necesidad de escribir una crítica sobre esta película: es una tragedia moderna.
Ahora que caigo, es en muchos sentidos como el extranjero de Camus. El absurdo se va hilvanando perfectamente para describir la vida de un personaje que siente el peso de nuestra era, y que intentando escapar de su sino, se encuentra con las vueltas precisas para acabar dentro, una y otra vez, del agujero existencial y sin sentido que ofrece esta vida a tantos seres humanos, que no tienen bastante con la comodidad material, y que necesitan de una ilusión que les llene.
Y es en esa búsqueda (aquí escapar de su sello de peluquero, aquí su relación con la chica y la música), donde toca a menudo descubrir cuán microbios somos. El hecho de que se nos muestre la «Desilusión» tan a las claras, por cierto, no es que me resulte reconfortante, pero sí que alimenta ciertas celdas estéticas de mi alma, que me hace esbozar esa sonrisa crispada de la que tanto me precio, pues me da la comprehensión del juego del que como todos, tomo parte.
Como acostumbro, es difícil asociar mis líneas a la película, o al menos, hacerlo antes de verla, y es que no se trata de una sinopsis, sino de sacar la emoción que el cine me llega a provocar.
The Artist
Network. Un mundo implacable (1976)
Synecdoche
El séptimo sello
Leolo
Quizá, y el conceder la duda es un reconocimiento a las muchas películas que he visto desde entonces, «Eolo» es la película que más me ha removido por dentro desde, «Hacia rutas salvajes».
El laberinto del fauno
Por fin saldé una deuda hace mucho tiempo contraída, supongo que en ella se entrelazan de modo tragicómico mis desventuras por Berlín y sus múltiples posibilidades para verla entonces, pero la vida y sus sorpresas como bien sé caen de cualquier manera y en cualquier momento.
Orlando
Es verdad que sólo son las 23:30 de un sábado, y del mismo modo lo es que mañana tienes que levantarte a currar, pero tira a la cama no por el trabajo, sino porque después de la combinación perfecta y casual de cervezas, pipas y «Orlando», no hay nada mejor que puedas hacer en lo que queda de día, ni de noche. Arrea.