Intuiciones andarinas que quiebran espinazos

Un sábado cualquiera de un mes sin mayor importancia en un lugar bastante indiferente; seguimos sin descubrir la cuadratura del círculo, sin divisar a marcianitos que nos rellenen la vida de sentido o nos la dinamiten de una vez, y tampoco parece que dios esté muy dispuesto a poner su paraíso en la sección de ofertas del supermercado. En condiciones tan carentes de escrúpulos, hace al menos una semana, siete días o incontables -para un perezoso como yo- segundos, que debería haber aparecido por este rincón de la red -y rincón ciertamente escondido si atendemos a la escasez de visitas-, para hablar de mis revelaciones de caminata.
Hace ya dos años largos, caminando por Berlín, se dio forma a la idea que supongo estará reflejada en este mismo blog, pero que buscarla ahora sería una lata, por lo que tiro de memoria: «Vivir dando clases de español hasta que pueda vivir del español», donde «del español» significa «escribiendo», y donde no lo sustituyo por una razón realmente desconocida, pero así soy. El caso es que ahora se podría decir que tras dos años estoy lo más cerca posible de cumplir con la primera parte del proyecto, y por lo tanto, de tener en teoría algo más cerca lo segundo, pero…
Un clavo saca a otro clavo. Köln, inicios de febrero del 2009 o finales de enero, un día con sol y sombras, un hombrecillo, yo, camino de la academia de español donde todavía no me pagan pero ya trabajo. Y en ese claroscuro diviso la luz, por fin atiendo a señales que si repaso bien se arrastran desde mucho tiempo atrás: no me gusta ser profesor de español.
Toma mazazo, ahora que por fin lo consigo, la cruda realidad me sobrecoge y me escupe en forma de intuición que el camino es equivocado. Vaya, las intuiciones pueden ser erradas, ya lo fue hace dos años y ahora lo descubro. Quizá dentro de otros dos descubra que andar me sienta mal y que por las calles de Sülz, en Köln, erré, y que la primera era correcta. Pero lo innegable es la fuerza del momento, la creencia en ella es casi ciega y aunque no nací para hacer locuras, una intuición me lleva a tomar decisiones. Así que a las claras olvidémonos de estar un año por Köln con las clases de español a cuestas, seamos sinceros para con la academia y que ellos decidan, quizá un mes sea el plazo, quizá algo más, pero todo apunta a que la enseñanza del idioma, salvo necesidad por hambre, queda descartada.
¿Y ahora qué? Cada vez que esta pregunta llega, tiemblan los cimientos de mi futuro, pero como siempre fueron arenas movedizas, no hay problemas mayores. La intuición resultó ser bidireccional, descartó una línea y abrió en canal otra. Dejó intacta la segunda parte de la intuición primeriza, y la catapultó. Ahora quiero escribir, lo sé desde hace siglos, de hecho, es lo único que sé fijo desde los quince con aquellos primeros libros que llenaron mi cabeza de pájaros. Incluso he pasado por el rubicón de la duda hace unos meses pero ahora la certeza es pura luz. Espero que nadie dé al interruptor y la apague, pero en cualquier caso la intuición hablaba de máster de creación literaria, o de cursos de creación literaria, y también de esfuerzos contra la pereza y de esas promesas que tantas veces me he hecho y que espero cumplir algún maldito día.
Todo cuadra mientras mi futuro siga en mis manos y en las de nadie más, y hablo de cadenas materiales, y puedo decir que aún soy libre, acosado por las dudas, pero libre. Sigo adelante y a por esa intuición primera, original de verdad, de hace unos doce años, cuando tras Tolkien, o «La conjura de los necios», o quizá tras Krym, decidí que escribir era mi destino. Y yo, que no creo en ningún tipo de destino, me encamino a él, con la mayor de las lentitudes posibles y jamás imaginadas, pero hacia delante siempre, o no, pero hacia él de alguna manera.

Año nuevo…

Eso de o nuevo, vida nueva, parece cumplírseme de modo categórico, ciudad nueva, país nuevo, y si me descuido y contra todo pronóstico, trabajo nuevo. Parecía misión imposible, y estoy ante una oportunidad, no sé si única, pero difícilmente mejorable. Pero no vengo a aburrir sobre tales cosillas, sino sobre otras.
Por ejemplo, ahora que quedó atrás la sección de, «Horas intempestivas de un trabajo insomne», debía buscarme una sustituta, y algo así como «Andanzas por Köeln», tiene muchos vistos de nacer pronto.
Pero por lo que realmente estoy aquí es para tratar lo que sigue, ahora que parece que escribo algo más que antes (ahora es «los últimos meses», y antes hace referencia a «escribir literartura, o intentarlo»), me veo en la texitura de no poder publicar los relatos nacientes porque si lo hago no podría presentarlo a ningún certamen. Hasta aquí llega la regla de todo concurso, «ser inédito y no estar premiado». Mas mi pregunta es la que sigue, ciertamente un blog es un medio público y si lo publico dejaría de ser inédito, pero coño, mi blog no lo lee ni dios, y más bien es un diario personal, más oculto que muchos en papel. Por otro lado, este ostracismo no se debe ni a algo querido, ni a algo evitado, sino la consecuencia lógica del siguiente acto: nula publicidad y casi nulo interés por ser conocido, y si soy humilde, por la escasa calidad de lo que ofrezco.
Todo ello es razonable, pero quiero ir ahora un paso más allá sin salirme de la razonabilidad -quiero escribir algunos de mis relatos aquí, de momento al menos uno, porque me hace ilusión, pero como no quiero romper la posibilidad de presentarlo a un concurso, lo que haré será publicar una versión. ¿Cuánto juego con la regla? No lo sé. Simplemente quiero terminar diciendo, no hay mala intención, tan solo el deseo de que alguien menos digno que dios pero más real, acabe entreteniéndose con mis historias, y si esa posibilidad me la da un relato, no quiero que se me birle.

25 de noviembre, tras un mal latigazo

La incertidumbre me machaca los nervios, me congela el ánimo y me castiga el corazón. Y camino hacia la incertidumbre. De hecho, ahora y hoy soy un funámbulo de la misma. Respiro peor y me encorvo. A más edad, más miedo a la duda. Y sin embargo, soy esencialmente duda. ¿Significa esto que cada vez me tengo más miedo? Más miedo a fracasar, más miedo a pudrirme en mis decisiones erróneas, más miedo a perder. Siempre he odiado perder, pierdo a la mayor nimiedad y es como si perdiera un reino. No quiero perder el reino de mi cordura.
Donde esté la duda, allí estaré yo –de acuerdo, acepto el reto: la duda me mira y levanto la cabeza, me clava su mirada y replico, sonríe y escupo su sarcasmo, si me quieres hundir nos hundiremos juntos.
Pero a la duda le da igual hundirse o no, porque aunque es mi incertidumbre a ella le da igual mi salud. La mental y la corporal, esto es un reto conmigo mismo, al margen del mundo, de su gente y por supuesto, de ti, incertidumbre castradora de felicidad, pero dadora de esencia.
Resistir no debe serlo todo, resistir bien debe serlo. La primera piedra del camino siempre es reconocer el problema, luego hay que atacarlo con sabiduría, pero creo que esto no sirve de mucho. Sólo queda reír, reír y reír. Pero acaso río por ácido nitroso, acaso el gas de la risa es bueno. No, no a la convulsión tóxica, necesito una risa sana. Estar con ella es lo más sano que conozco. Estar con ella es la segunda piedra y la última. Pero aún debo asfaltar mucho.
Un mal día, 25.11.08

20 de noviembre

Gustaría de escribir, «en mitad de la nada». Pero si acaso la realidad escupe, en mitad del transitar de la gente, puerta D21, terminal 2, aeropuerto de Frankfurt. No podía estar más lejos de la nada y el gusto puede esperar a pudrirse.

También me gustaría poder contar, «el viaje es corto y el aburrimiento no me llega». Pero también es falso, tanto que hasta escribo perdido en mitad de todo esto. Y es que hoy tuve tiempo de más siempre. En mi futura casa, la que en estas vacaciones fuera mi casita de retiro (y digo muy bien casita porque 30 metros no dan para más nombre). Luego tuve tiempo de más en las estaciones de trenes, dos. Y ahora y mucho, en el aeropuerto. Todo un día invertido en poco más de 2000 miserables kilómetros y tres o cuatro grandes ciudades. Me lo pregunto y no sé qué contestar, ¿hablo en serio o no?
Al menos sí puedo canturrear, «en estas vacaciones, turrón de…» Ah no, que eso es en las navidades, que por cierto ya están aquí. Lo que realmente quería decir es que, «Joder qué pedazo de vacaciones». Largas, agotadoras por momentos pero calmadas otros muchos, con lo que tiene que tener para un enfermo con mi enfermedad, y productiva como nunca: conseguí arrancarme una obsesión literaria y nació otra. Y esto al margen de ideas, proyectos, profundo amor hacia mi compañera y hasta sueños de calidad. Poco más cabía esperar, quizá un poco más de alemán, pero estoy satisfecho del que hubo, un poco más de tiempo, algunos dirán que soy un ansioso pero yo replico que 20 días son minucia, y, si acaso, un viaje de regreso más corto. Pero me resbalan las quejas porque me sobran los buenos momentos.
Y todo esto, hasta que la ciudad de vacaciones, Colonia, se convierta en ciudad de retiro temporal. Y espero que de buen retiro, quizá hasta con trabajo, y si no, con sus múltiples comeduras de tarro pero a las que desde aquí prometo y amenazo: «las sobreviviré, como todas».

¡Por fin te vencí, obsesión!

¡Joder!, Después de años arrastrando una obsesión en forma de relato incapaz de narrar, he conseguido arrancármela de muy adentro y de la mejor manera posible: escribiéndolo. Estoy orgulloso y estoy feliz, ya sólo me faltan nimios retoque y un título.
Ahora espero, que como me decía a mi mismo cada vez que fracasaba, el lograrlo suponga un cambio cualitativo en mis necesidades creativas, de modo que saque tiempo y ganas de donde sea para escribir, escribir, y seguir escribiendo.
De momento, no lo voy a colgar en el blog, ni por extensión (25 folios con interlineado), ni por conveniencia, pero si me diera cualquier novedad, probablemente vuelva a aquí a hablar de ello.
Joder, me dan ganas de dar saltos de alegría, hacía tiempo que esa sensación no recorría mis venas. Espero que la misma no se diluya por el peso de sucesivos fracasos.

Ahora

Ahora que la tenaza de la realidad se cerraba con más fuerza que nunca, repunta mi sueño. Ahora que la asunción de la derrota era palpable, resisto. Ahora que el calor congela toda acción, actúo. Ahora que veníamos a escribir: «Nunca seré escritor», tomo aliento hasta la próxima crisis y me pongo a escribir donde debo.

Feliz cumpleaños

Desde los dieciseis, quizá ya en los catorce, tengo la conciencia tranquila: cada doce de junio es una tragedia. Y en esta rueda no sé si poner velas o veintisiete lágrimas.
Entumecido ahora, era hace un momento un torrente de tristeza y amargura, ni siquiera para recordar lo inmediato valgo ya.
Bueno, basta de emperifollados teatros y vuélvete a la cama, que para esto es mejor que no te hubieras levantado. Disfruta como puedas, y hasta la próxima.

Gritando en Silencio (en honor al grupo que ahora me rescata mientras escribo)

Con una patente asincronía entre mi ánimo, que aspira a una inmensa gratitud por la música que me rescata en tantas ocasiones, valga de ejemplo ésta misma, agobiado hasta hace instantes por un sinsabor neurálgico muy propio, y mi instinto, que me llama a hablar del destino, regreso a estos lares.
Más que hablar del destino vengo a aburrir sobre el mío, y mejor aún, de la absoluta falta de éste. Un contumaz escéptico como yo apenas puede rozar con los dedos un par de «certecillas», y una o la más grande es sin duda que el «destino» es la engañadora palabra que sustituye al agobiante «absurdo».
Pues bien, dicho lo anterior añado que siempre tuve claro que mi destino estaba claramente marcado por el sabor a pluma que me sacaría de esta ciudad y me abriría al mundo en letras de oro. Por esta razón, porque quiera o no, llegaré a ser un gran escritor, rehuyo del esfuerzo puro que el asunto necesita. Y no es que ahora venga a descubrir la sucia capa de la mentira por la que no hay teleología que valga, soy lo que soy hace mucho tiempo y sé que me engaño de la peor de las maneras: hay contradicciones inviolables dentro del caos que ordenadamente me manda. Saber lo que se necesita saber no es el motor suficienta para hacer lo que debo hacer. A veces, o ya, practicamente no es ni siquiera una ayuda.
Con todo, confío en que la esperanza a la que niego por sistema, vuelque mi destino hacia las letras, y haga que el absurdo omnipotente complete su obra: Yo, una tragicomedia entre tantas otras en esta carcajada universal del sinsentido.

Rezumar

Hay momentos en los que siento mi intelecto a punto de reventar, pleno de ideas y sensorialidad; otros, al poco normalmente, lo siento tan vacío como el paraíso.
No hay modo de controlar estos excesos anímicos y sé que es mi sino desde hace muchos años, pues ni siquiera he encontrado mayor paliativo que el sueño.
¿Aprendo a vivir con ello? Si, si aprender es aceptar y conocerlo. No, si aprender es sentir y padecerlo menos.
En el via crucis de mi vida, cada paso es un encadenamiento rutinario de lo mejor a lo peor de mi, y vuelta a empezar, a la espera de un gran salto o de la resurrección misma sin pasar por la sombra de la muerte. Mi mundana felicidad espera salirse del camino que marca mi profunda racionalidad.
No hay nada más allá del juego.